jueves, 18 de abril de 2019

GAUDETE ET EXSULTATE





EXTRACTO DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
GAUDETE ET EXSULTATE
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
SOBRE EL LLAMADO A LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL
Introducción
Jesús nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada, porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4).

CAPÍTULO PRIMERO
EL LLAMADO A LA SANTIDAD

Tenemos una nube tan ingente de testigos que nos alientan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2 Tm 1,5). Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor. Y el Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres.
Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre. Cada uno por su camino, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Esto debería entusiasmar y alentar a cada uno para darlo todo, para crecer hacia ese proyecto único e irrepetible que Dios ha querido para él desde toda la eternidad.

¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. Y cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor». Cuando el Cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuânestaba en la cárcel, renunció a desgastarse esperando su liberación. Su opción fue «vivir el momento presente colmándolo de amor»; y el modo como se concretaba esto era: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria». Es posible amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas: su amor no tiene límites.

Tú también necesitas concebir tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy.

No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad.
CAPÍTULO SEGUNDO
DOS SUTILES ENEMIGOS DE LA SANTIDAD

Dos falsificaciones de la santidad que podrían desviarnos del camino: el gnosticismo y el pelagianismo.

A.-El gnosticismo
El gnosticismo supone una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan. Pero lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen. El gnosticismo es una de las peores ideologías, ya que considera que su propia visión de la realidad es la perfección. Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano; Dios nos supera infinitamente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo. Tampoco se puede pretender definir dónde no está Dios, porque él está misteriosamente en la vida de toda persona; aun cuando la existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando lo veamos destruido por los vicios o las adicciones, Dios está en su vida.

B.-El pelagianismo
El poder que los gnósticos atribuye a la inteligencia, el pelagianismo lo atribuye a la voluntad humana, al esfuerzo personal. Sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico. Ignoran que no todos pueden todo y que Dios te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas. No somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa.

El pelagianismo se manifiesta en muchas actitudes aparentemente distintas: la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia,... En esto gastan algunos cristianos sus energías y su tiempo, en lugar de dejarse llevar por el Espíritu en el camino del amor, de apasionarse por comunicar la hermosura y la alegría del Evangelio y de buscar a los perdidos en esas inmensas multitudes sedientas de Cristo.
Existe una jerarquía de virtudes, que nos invita a buscar lo esencial, y el primado lo tienen las virtudes teologales -fe, esperanza. caridad-, que tienen a Dios como objeto y motivo. Y en el centro está la caridad. Estamos llamados a cuidar atentamente la caridad: «El que ama ha cumplido el resto de la ley […] por eso la plenitud de la ley es el amor» (Rm 13,8.10).
CAPÍTULO TERCERO
A LA LUZ DEL MAESTRO

A contracorriente
Recordamos ahora las distintas bienaventuranzas en la versión del evangelio de Mateo (cf.Mt 5,3-12)
«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»
Jesús llama felices a los que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor, y nos invita a una existencia austera y despojada. De ese modo, nos convoca a compartir la vida de los más necesitados, a configurarnos con Jesús, que «siendo rico se hizo pobre» (2 Co 8,9). Ser pobre en el corazón, esto es santidad.
«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»
Él dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29). La caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades. Hasta los adversarios deben ser tratados con mansedumbre. Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad.
«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»
La persona que se deja traspasar por el dolor y llora en su corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y de ser auténticamente feliz. Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno. De ese modo encuentra que la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. Saber llorar con los demás, esto es santidad.
«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados»
«Hambre y sed» son experiencias muy intensas, porque responden a necesidades primarias y tienen que ver con el instinto de sobrevivir. Si le damos a la palabra «justicia» un sentido muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados: «Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda» (Is 1,17). Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad.
«Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»
La misericordia tiene dos aspectos: es dar, ayudar, servir a los otros, y también perdonar, comprender. La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para perdonarnos. Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad.
«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios»
Nada manchado por la falsedad tiene un valor real para el Señor. Es cierto que no hay amor sin obras de amor, pero el Señor espera una entrega al hermano que brote del corazón. Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad.
«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»
Él pedía a los discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran: «Paz a esta casa». Se trata de ser artesanos de la paz, que es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad.
«Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos»
No se puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra. La cruz -sobre todo los cansancios y los dolores que soportamos por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia- es fuente de maduración y de santificación. Las persecuciones no son una realidad del pasado, hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades. Otras veces se trata de burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos. Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad.

El gran protocolo
Tenemos un protocolo sobre el cual seremos juzgados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse.
Las ideologías que mutilan el corazón del Evangelio
-la de los que separan estas exigencias del Evangelio de su relación personal con el Señor.
-el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, comunista, populista.  La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte.

Olvidamos que el criterio para evaluar nuestra vida es ante todo lo que hicimos con los demás. Nuestro culto agrada a Dios en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia. Él depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama. Si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás».
CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL

Son cinco las manifestaciones del amor a Dios y al prójimo que considero de particular importancia hoy.
1.-Aguante, paciencia y mansedumbre
Es estar firme en Dios que ama y que sostiene. Desde esa firmeza interior es posible aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos. La gracia aplaca la vanidad y hace posible la mansedumbre del corazón. El santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata. Si tú no eres capaz de soportar y ofrecer algunas humillaciones no eres humilde y no estás en el camino de la santidad.  La humillación te lleva a asemejarte a Jesús, es parte ineludible de la imitación de Jesucristo.
2.-Alegría y sentido del humor
Hay momentos duros, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Es tanto lo que recibimos del Señor que a veces la tristeza tiene que ver con la ingratitud incapaz de reconocer los regalos de Dios.
3.-Audacia y fervor
Al mismo tiempo, la santidad es audacia, empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. El Señor nos llama a navegar mar adentro, a gastar nuestra vida en su servicio. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. Necesitamos el empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo y el cálculo.
Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. ¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no le teme a las periferias. Él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8;Jn 1,14). Por eso, si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontraremos, él ya estará allí.
Es verdad que hay que abrir la puerta del corazón a Jesucristo, porque él golpea y llama Pero a veces me pregunto si, por el aire irrespirable de nuestra autorreferencialidad, Jesús no estará ya dentro de nosotros golpeando para que lo dejemos salir. Dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. La Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida.
4.-En comunidad
Es muy difícil luchar contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Estás viviendo con otros para que te labren y ejerciten.
5.-En oración constante
Finalmente, recordemos que la santidad está hecha de una apertura a la trascendencia que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es alguien que en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor. ¿Hay momentos en los que te pones en su presencia en silencio, permaneces con él sin prisas, y te dejas mirar por él? ¿Dejas que su fuego inflame tu corazón? Si no le permites que él alimente el calor de su amor y de su ternura, no tendrás fuego, y así ¿cómo podrás inflamar el corazón de los demás con tu testimonio y tus palabras?
La oración está tejida de recuerdos. No solo del recuerdo de la Palabra revelada, sino también de la propia vida, de la vida de los demás, de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia. Es la memoria agradecida. La súplica de intercesión es particularmente valiosa, porque es un acto de confianza en Dios y al mismo tiempo una expresión de amor al prójimo.
CAPÍTULO QUINTO
COMBATE, VIGILANCIA Y DISCERNIMIENTO
El combate y la vigilancia
Jesús quiso que terminásmeos el Padrenuestro pidiendo al Padre que nos libere “del Malo”. Indica un ser personal que nos acosa. Nos enseñó a pedir diariamente esa liberación para que su poder no nos domine. No pensemos que es un mito o un símbolo. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos.  Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien devorar» (1 P 5,8).
En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco, si deja de soñar con ofrecerle al Señor una entrega más bella.

El discernimiento
El discernimiento es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar sus inspiraciones, para no dejar pasar su invitación a crecer.  Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy. Por tanto, pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero «examen de conciencia».  
El discernimiento es una gracia. Pero sólo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio punto de vista parcial o insuficiente, a sus costumbres, a sus esquemas. Así está realmente disponible para acoger una llamada que rompe sus seguridades pero que lo lleva a una vida mejor. No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo, y eso implica estar dispuestos a renuncias hasta darlo todo. Pero hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida.

***************************************************************************
Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos, sin juzgarnos. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar.

SAMARITANUS BONUS