CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»
EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
FRANCISCO
APERUIT ILLIS
Establezco que el III Domingo del Tiempo
Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra
de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un
momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a
fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos
(3)
La homilía, en particular, tiene una
función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental» (Exhort.
ap. Evangelii gaudium, 142). Ayudar a
profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el
que escucha (…) De hecho, para muchos de nuestros fieles esta es la única
oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla
relacionada con su vida cotidiana. Por lo tanto, es necesario dedicar el tiempo
apropiado para la preparación de la homilía. (…) Es bueno que también los catequistas, por el ministerio que
realizan de ayudar a crecer en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través
de la familiaridad y el estudio de la Sagrada Escritura, para favorecer un
verdadero diálogo entre quienes los escuchan y la Palabra de Dios. (5)
Cristo es el primer exegeta. No sólo las
Escrituras antiguas anticiparon lo que Él iba a realizar, sino que Él mismo
quiso ser fiel a esa Palabra para evidenciar la única historia de salvación que
alcanza su plenitud en Cristo. (6)
La Biblia, por tanto, en cuanto Sagrada
Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar los
sufrimientos para entrar en la gloria (cf. v. 26). No sólo una parte, sino toda
la Escritura habla de Él. Su muerte y resurrección son indescifrables sin ella.
(…) Es profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes.
Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de
Cristo (cf. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia
y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra
del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión
personal. (7)
Como cristianos somos un solo pueblo que
camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de
nosotros que nos habla y nos nutre. (8)
Los libros de la Escritura enseñan
firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en
las sagradas letras para nuestra salvación (…) El innegable fundamento
histórico de los libros contenidos en el texto sagrado no debe hacernos olvidar
esta finalidad primordial: nuestra salvación. (…) El papel del Espíritu Santo
en la Sagrada Escritura es fundamental. Sin su acción, el riesgo de permanecer
encerrados en el mero texto escrito estaría siempre presente, facilitando una
interpretación fundamentalista, de la que es necesario alejarse para no
traicionar el carácter inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado
posee. Como recuerda el Apóstol: «La letra mata, mientras que el Espíritu da
vida» (2 Co 3,6). (9)
La Sagrada Escritura «se ha de leer e
interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» (Const. dogm. Dei Verbum, 12). (…) Por tanto, es necesario
tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar
forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el
Magisterio la interpreta auténticamente (cf. ibíd., 10) y cuando cada creyente hace de
ella su propia norma espiritual. (10)
A menudo se corre el riesgo de separar la
Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única
fuente de la Revelación. El carácter escrito de la primera no le quita nada a
su ser plenamente palabra viva; así como la Tradición viva de la Iglesia, que
la transmite constantemente de generación en generación a lo largo de los
siglos, tiene el libro sagrado como «regla suprema de la fe» (ibíd., 21). Por otra parte, antes de
convertirse en texto escrito, la Palabra de Dios se transmitió oralmente y se
mantuvo viva por la fe de un pueblo que la reconocía como su historia y su
principio de identidad en medio de muchos otros pueblos. Por consiguiente, la
fe bíblica se basa en la Palabra viva, no en un libro. (11)
Todo el texto sagrado tiene una función
profética: no se refiere al futuro, sino al presente de aquellos que se nutren
de esta Palabra. Jesús mismo lo afirma claramente al comienzo de su ministerio:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). (12)
La Palabra de Dios nos señala constantemente
el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. (…)
Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran
desafío para nuestras vidas.(13)
Que el domingo dedicado a la Palabra haga
crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada
Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta
Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas»
(Dt 30,14). (15)
Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 30
de septiembre de 2019.
Memoria litúrgica de San Jerónimo en el
inicio del 1600 aniversario de la muerte.
Francisco