EXTRACTO DE LA EXHORTACIÓN
APOSTÓLICA
POSTSINODAL
VERBUM DOMINI
DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
AL EPISCOPADO, AL CLERO,
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A LOS FIELES LAICOS
SOBRE
LA PALABRA DE DIOS
EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA
POSTSINODAL
VERBUM DOMINI
DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
AL EPISCOPADO, AL CLERO,
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A LOS FIELES LAICOS
SOBRE
LA PALABRA DE DIOS
EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA
VERBUM
DEI
Dios en diálogo
Creados a imagen y semejanza de Dios
amor, sólo podemos comprendernos a nosotros mismos en la acogida del Verbo y en
la docilidad a la obra del Espíritu Santo. El enigma de la condición humana se
esclarece definitivamente a la luz de la revelación realizada por el Verbo
divino. (6)
Realismo de la Palabra
La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo:
realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo. De
esto tenemos especial necesidad en nuestros días, en los que muchas cosas en
las que se confía para construir la vida, en las que se siente la tentación de
poner la propia esperanza, se demuestran efímeras. Antes o después, el tener,
el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones más
profundas del corazón humano. (10)
Cristología de la Palabra
La misión de Jesús se cumple
finalmente en el misterio pascual: aquí nos encontramos ante el «Mensaje de la
cruz» (1 Co 1,18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal,
porque se ha «dicho» hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que
tenía que comunicar, sin guardarse nada para sí. … la libertad de Dios y la
libertad del hombre se encuentran definitivamente en su carne crucificada, en
un pacto indisoluble, válido para siempre. (12)
También la resurrección de Jesús
tiene lugar «al tercer día según las Escrituras»: ya que, según la
interpretación judía, la corrupción comenzaba después del tercer día, la
palabra de la Escritura
se cumple en Jesús que resucita antes de que comience la corrupción. En este
sentido, san Pablo, transmitiendo fielmente la enseñanza de los Apóstoles
(cf. 1 Co 15,3), subraya que la victoria de Cristo sobre la
muerte tiene lugar por el poder creador de la Palabra de Dios. Esta
fuerza divina da esperanza y gozo: es éste en definitiva el contenido liberador
de la revelación pascual. En la
Pascua, Dios se revela a sí mismo y la potencia del amor
trinitario que aniquila las fuerzas destructoras del mal y de la muerte. (13)
Dimensión escatológica de la Palabra de Dios
Por consiguiente, el Sínodo ha
recomendado «ayudar a los fieles a distinguir bien la Palabra de Dios de las
revelaciones privadas», cuya función «no es la de... “completar” la Revelación definitiva
de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la
historia». (14)
La Palabra de Dios y el Espíritu Santo
El mismo Espíritu que actúa en la
encarnación del Verbo, en el seno de la Virgen María, es el mismo que guía a Jesús a lo
largo de toda su misión y que será prometido a los discípulos. El mismo
Espíritu, que habló por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la tarea de
anunciar la Palabra
de Dios y en la predicación de los Apóstoles; es el mismo Espíritu, finalmente,
quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras. (15)
Dios Padre, fuente y origen de la Palabra
Como pone de manifiesto la cruz de
Cristo, Dios habla por medio de su silencio. ... El silencio de Dios prolonga
sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio
de su silencio. Por tanto, en la dinámica de la revelación cristiana, el
silencio aparece como una expresión importante de la Palabra de Dios. (21)
Llamados a entrar en la Alianza con Dios
El hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella; no
se entiende a sí mismo si no se abre a este diálogo. La Palabra de Dios revela la
naturaleza filial y relacional de nuestra vida. Estamos verdaderamente llamados
por gracia a conformarnos con Cristo, el Hijo del Padre, y a ser transformados
en Él. (22)
Dios escucha al hombre y responde a
sus interrogantes
En este diálogo con Dios nos
comprendemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más
profundas que anidan en nuestro corazón. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone al
hombre, ni acalla sus deseos auténticos, sino que más bien los ilumina,
purificándolos y perfeccionándolos. Qué importante es descubrir en la
actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de
todo ser humano. En nuestra época se ha difundido lamentablemente, sobre
todo en Occidente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas
del hombre y, más aún, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para
su autonomía. En realidad, toda la economía de la salvación nos muestra que
Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvación
integral. Por tanto, es decisivo desde el punto de vista pastoral mostrar la
capacidad que tiene la Palabra
de Dios para dialogar con los problemas que el hombre ha de afrontar en la vida
cotidiana. (23)
El pecado como falta de escucha a la Palabra de Dios
El pecado del hombre es
esencialmente desobediencia y «no escuchar». Precisamente la obediencia radical
de Jesús hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2,8) desenmascara
totalmente este pecado. Con su obediencia, se realiza la Nueva Alianza entre
Dios y el hombre, y se nos da la posibilidad de la reconciliación. (26)
La Iglesia lugar originario de la hermenéutica
de la Biblia
En efecto, «las tradiciones de fe
formaban el ambiente vital en el que se insertó la actividad literaria de los
autores de la sagrada Escritura. Esta inserción comprendía también la
participación en la vida litúrgica y la actividad externa de las comunidades,
su mundo espiritual, su cultura y las peripecias de su destino histórico. La
interpretación de la sagrada Escritura exige por eso, de modo semejante, la
participación de los exegetas en toda la vida y la fe de la comunidad creyente
de su tiempo». (29)
El Libro es precisamente la voz del
Pueblo de Dios peregrino, y sólo en la fe de este Pueblo estamos, por decirlo
así, en la tonalidad adecuada para entender la Escritura. (30)
Sentido literal y sentido espiritual
La recuperación de una adecuada
hermenéutica de la Escritura
proviene también de una escucha renovada de los Padres de la Iglesia y de su enfoque
exegético. (37)
Relación entre Antiguo y Nuevo
Testamento
Por otra parte, es necesario observar
que el concepto de cumplimiento de las Escrituras es complejo, porque comporta
una triple dimensión: un aspecto fundamental de continuidad con
la revelación del Antiguo Testamento, un aspecto de ruptura y
otro de cumplimiento y superación. (40)
Si bien la lectura tipológica revela
el contenido inagotable del Antiguo Testamento en relación con el Nuevo, no se
debe olvidar que él mismo conserva su propio valor de Revelación, que nuestro
Señor mismo ha reafirmado (cf. Mc 12,29-31). Por tanto, «el
Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. (41)
Las páginas «oscuras» de la Biblia
La revelación bíblica está
arraigada profundamente en la historia. El plan de Dios se manifiestaprogresivamente en
ella y se realiza lentamente por etapas sucesivas, no obstante la
resistencia de los hombres. Dios elige un pueblo y lo va educando
pacientemente. La revelación se acomoda al nivel cultural y moral de épocas
lejanas y, por tanto, narra hechos y costumbres como, por ejemplo, artimañas
fraudulentas, actos de violencia, exterminio de poblaciones, sin denunciar
explícitamente su inmoralidad; esto se explica por el contexto histórico,
aunque pueda sorprender al lector moderno, sobre todo cuando se olvidan tantos
comportamientos «oscuros» que los hombres han tenido siempre a lo largo de los
siglos, y también en nuestros días. En el Antiguo Testamento, la predicación de
los profetas se alza vigorosamente contra todo tipo de injusticia y violencia,
colectiva o individual y, de este modo, es el instrumento de la educación que
Dios da a su pueblo como preparación al Evangelio. (42)
La interpretación fundamentalista de
las Escrituras
El «literalismo» propugnado por la
lectura fundamentalista, representa en realidad una traición, tanto del sentido
literal como espiritual, abriendo el camino a instrumentalizaciones de diversa
índole, como, por ejemplo, la difusión de interpretaciones antieclesiales de
las mismas Escrituras. El aspecto problemático de esta lectura es que,
«rechazando tener en cuenta el carácter histórico de la revelación bíblica, se
vuelve incapaz de aceptar plenamente la verdad de la Encarnación misma. El
fundamentalismo rehúye la estrecha relación de lo divino y de lo humano en las
relaciones con Dios... Por esta razón, tiende a tratar el texto bíblico como si
hubiera sido dictado palabra por palabra por el Espíritu, y no llega a
reconocer que la Palabra
de Dios ha sido formulada en un lenguaje y en una fraseología condicionadas por
una u otra época determinada». (44)
VERBUM
IN ECCLESIA
La Palabra de Dios en la sagrada liturgia
La hermenéutica de la fe respecto
a la Sagrada
Escritura debe tener siempre como punto de referencia la
liturgia. (52)
Proclamación de la Palabra y ministerio del
lectorado
Es necesario que los lectores
encargados de este servicio, aunque no hayan sido instituidos, sean realmente
idóneos y estén seriamente preparados. Dicha preparación ha de ser tanto
bíblica y litúrgica, como técnica. (58)
Palabra de Dios, Reconciliación y
Unción de los enfermos
Para que se ahonde en la fuerza
reconciliadora de la Palabra
de Dios, se recomienda que cada penitente se prepare a la confesión meditando
un pasaje adecuado de la
Sagrada Escritura y comience la confesión mediante la lectura
o la escucha de una monición bíblica, según lo previsto en el propio ritual.
Además, al manifestar después su contrición, conviene que el penitente use una
expresión prevista en el ritual, «compuesta con palabras de la Sagrada Escritura».
(61)
Sugerencias y propuestas concretas
para la animación litúrgica
a) Celebraciones de la Palabra de Dios
Además, se recomienda
encarecidamente la celebración de la
Palabra de Dios en aquellas comunidades en las que, por la
escasez de sacerdotes, no es posible celebrar el sacrificio eucarístico en los
días festivos de precepto. … De este modo, se favorecerá en estos casos
la celebración de la Palabra
que alimente la fe de los creyentes, evitando, sin embargo, que ésta se
confunda con las celebraciones eucarísticas; es más, «deberían ser ocasiones
privilegiadas para pedir a Dios que mande sacerdotes santos según su corazón»…
Por lo que se refiere a las muchas formas de piedad popular, aunque no son
actos litúrgicos y no deben confundirse con las celebraciones litúrgicas,
conviene que se inspiren en ellas y, sobre todo, ofrezcan un adecuado espacio a
la proclamación y a la escucha de la
Palabra de Dios. (65)
b) La Palabra y el silencio
Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida
de la Iglesia
quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego
interior. La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo
están unidos al silencio. … Por tanto, exhorto a los pastores a fomentar
los momentos de recogimiento, por medio de los cuales, con la ayuda del
Espíritu Santo, la Palabra
de Dios se acoge en el corazón. (66)
c) Proclamación solemne de la Palabra de Dios
Otra sugerencia manifestada en el
Sínodo ha sido la de resaltar, sobre todo en las solemnidades litúrgicas
relevantes, la proclamación de la
Palabra, especialmente el Evangelio, utilizando el
Evangeliario, llevado procesionalmente durante los ritos iniciales y después
trasladado al ambón por el diácono o por un sacerdote para la proclamación. De
este modo, se ayuda al Pueblo de Dios a reconocer que «la lectura del Evangelio
constituye el punto culminante de esta liturgia de la palabra». Siguiendo las indicaciones
contenidas en la Ordenación de las lecturas de la Misa, conviene dar realce
a la proclamación de la
Palabra de Dios con el canto, especialmente el Evangelio,
sobre todo en solemnidades determinadas. El saludo, el anuncio inicial:
«Lectura del santo evangelio...», y el final, «Palabra del Señor», es bueno
cantarlos para subrayar la importancia de lo que se ha leído. (67)
d) La Palabra de Dios
en el templo cristiano
Además, los Padres sinodales
sugieren que en las iglesias se destine un lugar de relieve donde se coloque la Sagrada Escritura
también fuera de la celebración. En
efecto, conviene que el libro que contiene la Palabra de Dios tenga un
sitio visible y de honor en el templo cristiano, pero sin ocupar el centro, que
corresponde al sagrario con el Santísimo Sacramento.(68)
e) Exclusividad de los
textos bíblicos en la liturgia
Está establecido ya por las normas litúrgicas de la Iglesia, a saber, que las lecturas
tomadas de la
Sagrada Escritura nunca sean sustituidas por otros textos,
por más significativos que parezcan desde el punto de vista pastoral o espiritual.
… Recordemos que también el Salmo responsorial es Palabra
de Dios, con el cual respondemos a la voz del Señor y, por tanto, no debe ser
sustituido por otros textos; es muy conveniente, incluso, que sea cantado. (69)
Palabra de Dios y vocaciones
Cuanto más ahondemos en nuestra
relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos daremos cuenta de que Él
nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra
vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia. (77)
Lectura orante de la Sagrada Escritura
y «lectio divina»
No obstante, se ha de evitar
el riesgo de un acercamiento individualista, teniendo presente que la Palabra de Dios se nos da
precisamente para construir comunión, para unirnos en la Verdad en nuestro camino
hacia Dios. … Por eso, en la lectura orante de la Sagrada Escritura, el
lugar privilegiado es la
Liturgia, especialmente la Eucaristía, en la
cual, celebrando el Cuerpo y la
Sangre de Cristo en el Sacramento, se actualiza en nosotros la Palabra misma. (86)
Quisiera recordar aquí brevemente
cuáles son los pasos fundamentales: se comienza con la lectura (lectio)
del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido
auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se
corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir
nunca de nuestros pensamientos. Sigue después la meditación (meditatio)
en la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí,
cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar
y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el
pasado, sino en el presente. Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio),
que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a
su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y
alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia. Por último, la lectio
divina concluye con la contemplación (contemplatio), durante la
cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad, y nos
preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos
pide el Señor? San Pablo, en la Carta a los Romanos, dice:
«No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente,
para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que
agrada, lo perfecto» (12,2). En efecto, la contemplación tiende a crear en
nosotros una visión sapiencial, según Dios, de la realidad y a formar en
nosotros «la mente de Cristo» (1 Co 2,16). La Palabra de Dios se
presenta aquí como criterio de discernimiento, «es viva y eficaz, más tajante
que la espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y
espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón» (Hb 4,12).
Conviene recordar, además, que la lectio divina no termina su
proceso hasta que no se llega a la acción (actio), que mueve la vida del
creyente a convertirse en don para los demás por la caridad. (87)
TERCERA
PARTE
VERBUM
MUNDO
Anunciar al mundo el
«Logos» de la esperanza
Su Palabra no sólo nos concierne
como destinatarios de la revelación divina, sino también
como sus anunciadores. … En efecto, lo que la Iglesia anuncia al mundo
es el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3,15);
el hombre necesita la «gran esperanza» para poder vivir el propio presente, la
gran esperanza que es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado
hasta el extremo (Jn13,1)».[311] ... Nos corresponde a nosotros la responsabilidad
de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia. (91)
Necesidad de la «missio ad gentes»
La Palabra de Dios es la verdad salvadora que todo hombre necesita en
cualquier época. Por eso, el anuncio debe ser explícito. (95)
Palabra de Dios y testimonio
cristiano
Sin embargo, es importante que toda
modalidad de anuncio tenga presente, ante todo, la intrínseca relación
entre comunicación de la
Palabra de Dios y testimonio cristiano.
De esto depende la credibilidad misma del anuncio. Por una parte, se necesita la Palabra que comunique todo
lo que el Señor mismo nos ha dicho. Por otra, es indispensable que, con el
testimonio, se dé credibilidad a esta Palabra, para que no aparezca como una
bella filosofía o utopía, sino más bien como algo que se puede vivir y que hace
vivir. … Hay una estrecha relación entre el testimonio de la Escritura, como
afirmación de la Palabra
que Dios pronuncia por sí mismo, y el testimonio de vida de los creyentes. Uno
implica y lleva al otro. El testimonio cristiano comunica la Palabra confirmada por la Escritura. La
Escritura, a su vez, explica el testimonio que los cristianos están llamados a
dar con la propia vida. De este modo, quienes encuentran testigos creíbles del
Evangelio se ven movidos así a constatar la eficacia de la Palabra de Dios en quienes
la acogen. (97)
Palabra de Dios y compromiso por la
justicia en la sociedad
Es sobre todo a los fieles laicos,
educados en la escuela del Evangelio, a quienes corresponde la tarea de
intervenir directamente en la acción social y política. Por eso, el Sínodo
recomienda promover una adecuada formación según los principios de la Doctrina social de la Iglesia. (100)
Anuncio de la Palabra de Dios,
reconciliación y paz entre los pueblos
Una vez más, deseo reiterar que la
religión nunca puede justificar intolerancia o guerras. No se puede utilizar la
violencia en nombre de Dios. Toda religión debería impulsar un uso correcto de la razón y
promover valores éticos que edifican la convivencia civil. (102)
Anuncio de la Palabra de Dios y los
jóvenes
En ellos encontramos a menudo una
apertura espontánea a la escucha de la Palabra de Dios y un deseo sincero de
conocer a Jesús. En efecto, en la edad de la juventud, surgen de modo
incontenible y sincero preguntas sobre el sentido de la propia
vida y sobre qué dirección dar a la propia existencia. (104)
Anuncio de la Palabra de Dios y los que
sufren
Mientras la palabra del hombre
parece enmudecer ante el misterio del mal y del dolor, y nuestra sociedad
parece valorar la existencia sólo cuando ésta tiene un cierto grado de
eficiencia y bienestar, la
Palabra de Dios nos revela que también las circunstancias
adversas son misteriosamente «abrazadas» por la ternura de Dios. (106)
Palabra de Dios y salvaguardia de la Creación
La revelación, a la vez que nos da a
conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva también a denunciar las
actitudes equivocadas del hombre cuando no reconoce todas las cosas como
reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos. De
este modo, el hombre carece de esa humildad esencial que le permite reconocer
la creación como don de Dios, que se ha de acoger y usar según sus designios.
Por el contrario, la arrogancia del hombre que vive «como si Dios no
existiera», lleva a explotar y deteriorar la naturaleza, sin reconocer en ella
la obra de la Palabra
creadora. (108)
Palabra
de Dios y culturas
El valor de la cultura para la vida
del hombre
Quisiera reiterar a todos los
exponentes de la cultura que no han de temer abrirse a la Palabra de Dios; ésta
nunca destruye la verdadera cultura, sino que representa un estímulo constante
en la búsqueda de expresiones humanas cada vez más apropiadas y significativas.
Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente para el hombre, ha de estar
abierta a la transcendencia, en último término, a Dios. (109)
La Biblia como un gran códice para las culturas
La importancia de favorecer entre
los agentes culturales un conocimiento adecuado de la Biblia, incluso en los
ambientes secularizados y entre los no creyentes; la Sagrada Escritura
contiene valores antropológicos y filosóficos que han influido positivamente en
toda la humanidad. (110)
Palabra de Dios y medios de
comunicación social
«Lo que yo os digo de noche, decidlo
en pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea» (Mt 10,27).
La Palabra
divina debe llegar no sólo a través del lenguaje escrito, sino también mediante
las otras formas de comunicación. … hoy se
reconoce un papel creciente a internet, que representa un nuevo
foro para hacer resonar el Evangelio, pero conscientes de que el mundo virtual
nunca podrá reemplazar al mundo real, y que la evangelización podrá aprovechar
la realidad virtual que ofrecen los new media para
establecer relaciones significativas sólo si llega al contacto personal,
que sigue siendo insustituible. En el mundo de internet, que
permite que millones y millones de imágenes aparezcan en un número incontable
de pantallas de todo el mundo, deberá aparecer el rostro de Cristo y
oírse su voz, porque «si no hay lugar para Cristo, tampoco hay lugar para el
hombre» (113)
Biblia
e inculturación
La inculturación no ha de consistir
en procesos de adaptación superficial, ni en la confusión sincretista, que
diluye la originalidad del Evangelio para hacerlo más fácilmente aceptable. El auténtico paradigma de la inculturación es la encarnación
misma del Verbo. (114)
La Palabra y la alegría
El anuncio de la Palabra crea comunión
y es fuente de alegría. Una alegría profunda que brota del
corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo. Una
alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar
fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo
(cf. Ga 5,22). (123)
Mater
Verbi et Mater laetitiae
Finalmente, me dirijo a todos los
hombres, también a los que se han alejado de la Iglesia, que han
abandonado la fe o que nunca han escuchado el anuncio de salvación. A cada uno
de ellos, el Señor les dice: «Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me
abre, entraré y comeremos juntos» (Ap 3,20). (124)