CARTA
ENCÍCLICA
UT UNUM SINT
DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
SOBRE EL EMPEÑO ECUMÉNICO
UT UNUM SINT
DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
SOBRE EL EMPEÑO ECUMÉNICO
I
EL COMPROMISO ECUMÉNICO DE LA IGLESIA CATÓLICA
EL COMPROMISO ECUMÉNICO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El
designio de Dios y la comunión
La unidad de toda la
humanidad herida es voluntad de Dios. Por esto Dios envió a su Hijo para que,
muriendo y resucitando por nosotros, nos diese su Espíritu de amor. La víspera
del sacrificio de la Cruz, Jesús mismo ruega al Padre por sus discípulos y por
todos los que creerán en El para que sean una sola cosa, una
comunión viviente. De aquí se deriva no sólo el deber, sino también la
responsabilidad que incumbe ante Dios, ante su designio, sobre aquéllos y
aquéllas que, por medio del Bautismo llegan a ser el Cuerpo de Cristo, Cuerpo
en el cual debe realizarse en plenitud la reconciliación y la comunión. (6)
El
camino ecuménico: camino de la Iglesia
Jesús mismo antes de su
Pasión rogó para « que todos sean uno » (Jn 17, 21). Esta unidad,
que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es
accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un
atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al
ser mismo de la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en
la unidad se expresa toda la profundidad de su ágape.
Así pues, para la
Iglesia católica, la comunión de los cristianos no es más que
la manifestación en ellos de la gracia por medio de la cual Dios los hace
partícipes de su propia comunión, que es su vida eterna. (9)
El Decreto conciliar (Unitatis
redintegratio) sobre el ecumenismo, refiriéndose a las Iglesias ortodoxas llega
a declarar que « por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de
esas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios ». (12)
El mismo Documento
presenta someramente las implicaciones doctrinales. En relación a los miembros
de esas Comunidades, declara: « Justificados por la fe en el Bautismo, se han
incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de
cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica
como hermanos en el Señor ».17
Refiriéndose a los
múltiples bienes presentes en las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, el
Decreto añade: « Todas estas realidades, que proceden de Cristo y conducen a
El, pertenecen, por derecho, a la única Iglesia de Cristo. Nuestros hermanos
separados practican también no pocas acciones sagradas de la religión
cristiana, las cuales, de distintos modos, según la diversa condición de cada
Iglesia o comunidad, pueden sin duda producir realmente la vida de la gracia, y
deben ser consideradas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación
». (13)
Renovación
y conversión
En el magisterio del
Concilio hay un nexo claro entre renovación, conversión y reforma. Afirma así:
« La Iglesia, peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a esta reforma
permanente de la que ella, como institución terrena y humana, necesita
continuamente; de modo que si algunas cosas, por circunstancias de tiempo y
lugar, hubieran sido observadas menos cuidadosamente 2 deben restaurarse en el
momento oportuno y debidamente ». (16)
Importancia
fundamental de la doctrina
No se trata en este
contexto de modificar el depósito de la fe, de cambiar el significado de los
dogmas, de suprimir en ellos palabras esenciales, de adaptar la verdad a los
gustos de una época, de quitar ciertos artículos del Credo con
el falso pretexto de que ya no son comprensibles hoy. La unidad querida por
Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe
revelada. (18)
El Concilio Vaticano II
exhorta: « Recuerden todos los fieles cristianos que promoverán e incluso
practicarán tanto mejor la unión cuanto más se esfuercen por vivir una vida más
pura según el Evangelio. Pues cuanto más estrecha sea su comunión con el Padre,
el Verbo y el Espíritu, más íntima y fácilmente podrán aumentar la fraternidad
mutua ». (20)
Primacía
de la oración
La oración « ecuménica »
manifiesta esta dimensión fundamental de fraternidad en Cristo, que murió para
unir a los hijos de Dios dispersos, para que nosotros, llegando a ser hijos en
el Hijo (cf. Ef 1, 5), reflejásemos más plenamente la
inescrutable realidad de la paternidad de Dios y, al mismo tiempo, la verdad
sobre la humanidad propia de cada uno y de todos.
La conversión del
corazón, condición esencial de toda auténtica búsqueda de la unidad, brota de
la oración y ésta la lleva hacia su cumplimiento: « Los deseos de unidad brotan
y maduran como fruto de la renovación de la mente, de la negación de sí mismo y
de una efusión libérrima de la caridad. Por ello, debemos implorar del
Espíritu divino la gracia de una sincera abnegación, humildad y
mansedumbre en el servicio a los demás y espíritu de generosidad fraterna hacia
ellos ». (26)
Diálogo
ecuménico
En todo esto hay una
exigencia de reciprocidad. Seguir este criterio es un compromiso indispensable
de cada una de las partes que quieren dialogar y es condición previa para
comenzarlo. Es necesario pasar de una situación de antagonismo y de conflicto a
un nivel en el que uno y otro se reconocen recíprocamente como asociados.
Cuando se empieza a dialogar, cada una de las partes debe presuponer
una voluntad de reconciliación en su interlocutor, de unidad en la
verdad. Para realizar todo esto, deben evitarse las manifestaciones de
recíproca oposición. Sólo así el diálogo ayudará a superar la división y podrá
acercar a la unidad. (29)
Estructuras
locales de diálogo
Como afirma la
Declaración conciliar sobre la libertad religiosa, « la verdad debe buscarse de
un modo adecuado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social,
es decir, mediante la investigación libre, con la ayuda del magisterio o
enseñanza, de la comunicación y del diálogo, en los que unos exponen a los
otros la verdad que han encontrado o piensan haber encontrado, para ayudarse
mutuamente en la búsqueda de la verdad; una vez conocida la verdad, hay que
adherirse a ella firmemente con el asentimiento personal ». (32)
Diálogo
como examen de conciencia
El sacrificio salvífico
de Cristo se ofrece por todos los pecados del mundo, y por tanto también los
cometidos contra la unidad de la Iglesia: los pecados de los cristianos, tanto
de los pastores como de los fieles. Incluso después de tantos pecados que han
contribuido a las divisiones históricas, es posible la unidad de los
cristianos, si somos conscientes humildemente de haber pecado contra la
unidad y estamos convencidos de la necesidad de nuestra conversión. (34)
El diálogo ecuménico
presenta en este documento un carácter propio; se transforma en « diálogo de la
conversión », y por tanto, según la expresión de Pablo VI, en auténtico «
diálogo de salvación ». El diálogo no puede desarrollarse siguiendo una
trayectoria exclusivamente horizontal, limitándose al encuentro, al intercambio
de puntos de vista, o incluso de dones propios de cada Comunidad. Tiende
también y sobre todo a una dimensión vertical que lo orienta hacia Aquél,
Redentor del mundo y Señor de la historia, que es nuestra reconciliación. La
dimensión vertical del diálogo está en el común y recíproco reconocimiento de
nuestra condición de hombres y mujeres que han pecado. Precisamente esto abre
en los hermanos que viven en comunidades que no están en plena comunión entre
ellas, un espacio interior en donde Cristo, fuente de unidad de la Iglesia,
puede obrar eficazmente, con toda la potencia de su Espíritu Paráclito. (35)
Diálogo
para resolver las divergencias
Obviamente, la plena
comunión deberá realizarse en la aceptación de toda la verdad, en la que el
Espíritu Santo introduce a los discípulos de Cristo. Por tanto debe evitarse
absolutamente toda forma de reduccionismo o de fácil « estar de acuerdo ». Las
cuestiones serias deben resolverse, porque de lo contrario resurgirían en otros
momentos, con idéntica configuración o bajo otro aspecto. (36)
El Decreto Unitatis redintegratio señala
también un criterio a seguir cuando los católicos tienen que presentar o
confrontar las doctrinas: « Han de recordar que existe un orden o 'jerarquía'
de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con
el fundamento de la fe cristiana. Así se preparará el camino por el cual todos,
por esta emulación fraterna, se estimularán a un conocimiento más profundo y a
una exposición más clara de las riquezas insondables de Cristo ». (37)
El diálogo ecuménico,
que anima a las partes implicadas a interrogarse, comprenderse y explicarse
recíprocamente, permite descubrimientos inesperados. Las polémicas y
controversias intolerantes han transformado en afirmaciones incompatibles lo
que de hecho era el resultado de dos intentos de escrutar la misma realidad,
aunque desde dos perspectivas diversas. (38)
La
colaboración práctica
Una cooperación así
fundada sobre la fe común, no sólo es rica por la comunión fraterna, sino que
es una epifanía de Cristo mismo.
A los ojos del mundo la
cooperación entre los cristianos asume las dimensiones del común testimonio
cristiano y llega a ser instrumento de evangelización en beneficio de unos y
otros. (40)
II
FRUTOS DEL DIALOGO
FRUTOS DEL DIALOGO
La
fraternidad reencontrada
Los cristianos
pertenecientes a una confesión ya no consideran a los demás cristianos como
enemigos o extranjeros, sino que ven en ellos a hermanos y hermanas. … Relegando
al olvido las excomuniones del pasado, las Comunidades que en un tiempo fueron
rivales hoy en muchos casos se ayudan mutuamente
Es preciso afirmar a
este respecto que el reconocimiento de la fraternidad no es la consecuencia de
un filantropismo liberal o de un vago espíritu de familia. Tiene su raíz en el
reconocimiento del único Bautismo y en la consiguiente exigencia de que Dios
sea glorificado en su obra. El Directorio para la aplicación de los
principios y de las normas acerca del ecumenismo alienta a un
reconocimiento recíproco y oficial de los Bautismos. (42)
La
solidaridad al servicio de la humanidad
Sucede cada vez más que
los responsables de las Comunidades cristianas adoptan conjuntamente
posiciones, en nombre de Cristo, sobre problemas importantes que afectan a la
vocación humana, la libertad, la justicia, la paz y el futuro del mundo. (43)
Convergencias
en la palabra de Dios y en el culto divino
Las traducciones
ecuménicas de la Biblia … Quien recuerda
todo lo que influyeron las disputas en torno a la Escritura en las divisiones,
especialmente en Occidente, puede comprender el notable paso que representan
estas traducciones comunes. (44)
A la renovación
litúrgica realizada por la Iglesia católica, corresponde en diversas
Comunidades eclesiales la iniciativa de renovar sus cultos. (45)
Apreciar
los bienes presentes en los otros cristianos
El diálogo no se
desarrolla sólo en relación a la doctrina, sino que abarca toda la persona: es
también un diálogo de amor. El Concilio afirmó: « Es necesario que los
católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos,
procedentes del patrimonio común, que se encuentran en nuestros hermanos
separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las obras de
virtud en la vida de otros que dan testimonio de Cristo, a veces hasta el
derramamiento de la sangre: Dios es siempre admirable y digno de admiración en
sus obras ». (47)
Crecimiento
de la comunión
La Constitución
dogmática Lumen gentium relaciona la doctrina sobre la Iglesia católica con el
reconocimiento de los elementos salvíficos que se encuentran en las otras
Iglesias y Comunidades eclesiales. 81 No
se trata de una toma de conciencia de elementos estáticos, presentes
pasivamente en esas Iglesias o Comunidades. Como bienes de la Iglesia de
Cristo, por su naturaleza, tienden hacia el restablecimiento de la unidad. De
esto se deriva que la búsqueda de la unidad de los cristianos no es un hecho
facultativo o de oportunidad, sino una exigencia que nace de la misma
naturaleza de la comunidad cristiana. (49)
El
diálogo con las Iglesias de Oriente
De las Iglesias de
Oriente se reconoce su gran tradición litúrgica y espiritual, el carácter
específico de su desarrollo histórico, las disciplinas observadas por ellas
desde los primeros tiempos y sancionadas por los Santos Padres y por los
Concilios ecuménicos, su modo propio de enunciar la doctrina. Todo esto con la
convicción de que la legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad
de la Iglesia, sino que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco
al cumplimiento de su misión. (50)
III
QUANTA EST NOBIS VIA?
QUANTA EST NOBIS VIA?
Continuar
intensificando el diálogo
El ecumenismo implica
que las Comunidades cristianas se ayuden mutuamente para que en ellas esté
verdaderamente presente todo el contenido y todas las exigencias de « la
herencia transmitida por los Apóstoles ». (78)
Mantener una visión de
la unidad que tenga presente todas las exigencias de la verdad revelada no
significa poner un freno al movimiento ecuménico. 132 Al
contrario, significa no contentarse con soluciones aparentes, que no
conducirían a nada estable o sólido. La exigencia de la verdad debe
llegar hasta el fondo. ¿Acaso no es ésta la ley del Evangelio? (79)
Acogida
de los resultados alcanzados
Se trata de cuestiones
que con frecuencia afectan a la fe, y éstas exigen el consenso universal, que
se extiende desde los Obispos a los fieles laicos, todos los cuales han
recibido la unción del Espíritu Santo. 134 Es
el mismo Espíritu que asiste al Magisterio y suscita el sensus fidei.
(80)
Continuar
el ecumenismo espiritual y testimoniar la santidad
Se comprende que la
importancia de la tarea ecuménica interpele profundamente a los fieles
católicos. El Espíritu los invita a un serio examen de conciencia. La Iglesia
católica debe entrar en lo que se podría llamar « diálogo de conversión », en
donde tiene su fundamento interior el diálogo ecuménico. En ese diálogo, que se
realiza ante Dios, cada uno debe reconocer las propias faltas, confesar sus
culpas, y ponerse de nuevo en las manos de Aquél que es el Intercesor ante el
Padre, Jesucristo. (82)
Aportación
de la Iglesia católica en la búsqueda de la unidad de los cristianos
La Constitución Lumen gentium, en una de sus
afirmaciones fundamentales recogida por el Decreto Unitatis redintegratio, declara
que la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica. El Decreto
sobre el ecumenismo señala la presencia en la misma de la plenitud (plenitudo)
de los medios de salvación. La plena unidad se realizará cuando todos
participen de la plenitud de medios de salvación que Cristo ha confiado a su
Iglesia. (86)
En el camino que conduce
hacia la plena unidad, el diálogo ecuménico se esfuerza en suscitar una
recíproca ayuda fraterna a través de la cual las comunidades se comprometan a
intercambiarse aquello que cada una necesita para crecer según el designio de
Dios hacia la plenitud definitiva (cf. Ef 4, 11-13). (87)
El
ministerio de unidad del Obispo de Roma
88. Entre todas las
Iglesias y Comunidades eclesiales, la Iglesia católica es consciente de haber
conservado el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro, el Obispo de Roma, que
Dios ha constituido como « principio y fundamento perpetuo y visible de unidad
», y que el Espíritu sostiene para que haga partícipes de este bien
esencial a todas las demás. … Por otra
parte, como tuve la oportunidad de afirmar con ocasión del importante encuentro
con el Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra, el 12 de junio de 1984, el
convencimiento de la Iglesia católica de haber conservado, en fidelidad a la
tradición apostólica y a la fe de los Padres, en el ministerio del Obispo de
Roma, el signo visible y la garantía de la unidad, constituye una dificultad
para la mayoría de los demás cristianos, cuya memoria está marcada por ciertos
recuerdos dolorosos. Por aquello de lo que somos responsables, con mi Predecesor Pablo VI imploro perdón. (88)
Recientemente los
participantes en la quinta asamblea mundial de la Comisión « Fe y Constitución
» del Consejo Ecuménico de las Iglesias, celebrada en Santiago de Compostela,
recomendaron que esta comisión « inicie un nuevo estudio sobre la cuestión de
un ministerio universal de la unidad cristiana ».148 Después
de siglos de duras polémicas, las otras Iglesias y Comunidades eclesiales
escrutan cada vez más con una mirada nueva este ministerio de unidad. (89)
Cristo recomienda a
Pedro que confirme a sus hermanos, pero al mismo tiempo le muestra su debilidad
humana y su necesidad de conversión (cf. Lc 22, 31-32). Es
precisamente como si, desde la debilidad humana de Pedro, se manifestara de un
modo pleno que su ministerio particular en la Iglesia procede totalmente de la
gracia; es como si el Maestro se dedicara de un modo especial a su conversión
para prepararlo a la misión que se dispone a confiarle en la Iglesia y fuera
muy exigente con él.
Es importante notar cómo
la debilidad de Pedro y de Pablo manifiesta que la Iglesia se fundamenta sobre
la potencia infinita de la gracia (cf. Mt 16, 17; 2
Cor 12, 7-10). (91)
En cuanto a Pablo, puede
concluir la descripción de su ministerio con la desconcertante afirmación que
ha recibido de los labios del Señor: « Mi gracia te basta, que mi fuerza se
muestra perfecta en la flaqueza » y puede pues exclamar: « Cuando estoy débil,
entonces es cuando soy fuerte » (2 Cor 12, 9-10). Esta es una
característica fundamental de la experiencia cristiana.
Heredero de la misión de
Pedro, en la Iglesia fecundada por la sangre de los príncipes de los Apóstoles,
el Obispo de Roma ejerce un ministerio que tiene su origen en la multiforme
misericordia de Dios, que convierte los corazones e infunde la fuerza de la
gracia allí donde el discípulo prueba el sabor amargo de su debilidad y de su
miseria. (92)
Estoy convencido de
tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la
aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al
escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del
primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a
una situación nueva.
Por el deseo de obedecer
verdaderamente a la voluntad de Cristo, me considero llamado, como Obispo de
Roma, a ejercer ese ministerio 6 Que el Espíritu Santo nos dé su luz e ilumine
a todos los Pastores y teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por
supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un
servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros ». (95)
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