CARTA
ENCÍCLICA
FIDES
ET RATIO
DEL
SUMO PONTÍFICE
JUAN
PABLO II
A LOS
OBISPOS
DE LA
IGLESIA CATÓLICA
SOBRE
LAS RELACIONES
ENTRE
FE Y RAZÓN
INTRODUCCIÓN
« CONÓCETE A TI MISMO »
Entre los
diversos servicios que la Iglesia ha de ofrecer a la humanidad, hay uno del
cual es responsable de un modo muy particular: la diaconía de la verdad. (2)
En nuestro
tiempo, la búsqueda de la verdad última parece a menudo oscurecida. (…) La
filosofía moderna, dejando de orientar su investigación sobre el ser, ha
concentrado la propia búsqueda sobre el conocimiento humano. En lugar de
apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad, ha
preferido destacar sus límites y condicionamientos.
La legítima
pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en
el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. (…) En
consecuencia han surgido en el hombre contemporáneo, y no sólo entre algunos
filósofos, actitudes de difusa desconfianza respecto de los grandes recursos
cognoscitivos del ser humano. (5)
Constatar el
carácter parcial de propuestas que elevan lo efímero al rango de valor, creando
ilusiones sobre la posibilidad de alcanzar el verdadero sentido de la
existencia. Sucede de ese modo que muchos llevan una vida casi hasta el límite
de la ruina, sin saber bien lo que les espera. Esto depende también del hecho
de que, a veces, quien por vocación estaba llamado a expresar en formas
culturales el resultado de la propia especulación, ha desviado la mirada de la
verdad, prefiriendo el éxito inmediato en lugar del esfuerzo de la
investigación paciente sobre lo que merece ser vivido. (6)
CAPÍTULO I
LA REVELACIÓN DE LA SABIDURÍA DE DIOS
Jesús revela
al Padre
Además del
conocimiento propio de la razón humana, capaz por su naturaleza de llegar hasta
el Creador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe. Este conocimiento
expresa una verdad que se basa en el hecho mismo de que Dios se revela, y es
una verdad muy cierta porque Dios ni engaña ni quiere engañar. (8)
La verdad
expresada en la revelación de Cristo no puede encerrarse en un restringido
ámbito territorial y cultural, sino que se abre a todo hombre y mujer que
quiera acogerla como palabra definitivamente válida para dar sentido a la
existencia. (…) Fuera de esta perspectiva, el misterio de la existencia
personal resulta un enigma insoluble. ¿Dónde podría el hombre buscar la
respuesta a las cuestiones dramáticas como el dolor, el sufrimiento de los
inocentes y la muerte, sino no en la luz que brota del misterio de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo? (12)
La razón
ante el misterio
De todos
modos no hay que olvidar que la Revelación está llena de misterio. (…) Sólo la
fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente.
La fe es la
respuesta de obediencia a Dios. Ello conlleva reconocerle en su divinidad,
trascendencia y libertad suprema. El Dios, que se da a conocer desde la
autoridad de su absoluta trascendencia, lleva consigo la credibilidad de aquello
que revela. Desde la fe el hombre da su asentimiento a ese testimonio divino. (13)
La enseñanza
de los dos Concilios Vaticanos abre también un verdadero horizonte de novedad
para el saber filosófico. La Revelación introduce en la historia un punto de
referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a
comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este
conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no
puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe. (14)
CAPÍTULO II
CREDO UT INTELLEGAM
« La
sabiduría todo lo sabe y entiende » (Sb 9, 11)
El hombre
con la luz de la razón sabe reconocer su camino, pero lo puede recorrer de
forma libre, sin obstáculos y hasta el final, si con ánimo sincero fija su
búsqueda en el horizonte de la fe. La razón y la fe, por tanto, no se pueden
separar sin que se reduzca la posibilidad del hombre de conocer de modo
adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios. (16)
El pueblo
elegido ha entendido que la razón debe respetar algunas reglas de fondo para
expresar mejor su propia naturaleza. Una primera regla consiste en tener en
cuenta el hecho de que el conocimiento del hombre es un camino que no tiene
descanso; la segunda nace de la conciencia de que dicho camino no se puede
recorrer con el orgullo de quien piense que todo es fruto de una conquista
personal; una tercera se funda en el « temor de Dios », del cual la razón debe
reconocer a la vez su trascendencia soberana y su amor providente en el gobierno
del mundo. (18)
Se reconoce
así un primer paso de la Revelación divina, constituido por el maravilloso «
libro de la naturaleza », con cuya lectura, mediante los instrumentos propios
de la razón humana, se puede llegar al conocimiento del Creador. Si el hombre
con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como creador de todo, no se
debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo al impedimento
puesto por su voluntad libre y su pecado. (19)
Para el
Antiguo Testamento, pues, la fe libera la razón en cuanto le permite alcanzar
coherentemente su objeto de conocimiento y colocarlo en el orden supremo en el
cual todo adquiere sentido. (20)
« Adquiere
la sabiduría, adquiere la inteligencia » (Pr 4, 5)
El hombre
bíblico ha descubierto que no puede comprenderse sino como «ser en relación»:
con sí mismo, con el pueblo, con el mundo y con Dios. Esta apertura al misterio,
que le viene de la Revelación, ha sido al final para él la fuente de un
verdadero conocimiento, que ha consentido a su razón entrar en el ámbito de lo
infinito. (21)
El Hijo de
Dios crucificado es el acontecimiento histórico contra el cual se estrella todo
intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanas una
justificación suficiente del sentido de la existencia. El verdadero punto
central, que desafía toda filosofía, es la muerte de Jesucristo en la cruz.
La
filosofía, que por sí misma es capaz de reconocer el incesante transcenderse
del hombre hacia la verdad, ayudada por la fe puede abrirse a acoger en la «
locura » de la Cruz la auténtica crítica de los que creen poseer la verdad,
aprisionándola entre los recovecos de su sistema. (23)
CAPÍTULO III
INTELLEGO UT CREDAM
Caminando en
busca de la verdad
Es, pues,
necesario que los valores elegidos y que se persiguen con la propia vida sean
verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la
persona realizando su naturaleza. El hombre encuentra esta verdad de los
valores no encerrándose en sí mismo, sino abriéndose para acogerla incluso en
las dimensiones que lo transcienden. (25)
La
experiencia diaria del sufrimiento, propio y ajeno, la vista de tantos hechos
que a la luz de la razón parecen inexplicables, son suficientes para hacer
ineludible una pregunta tan dramática como la pregunta sobre el sentido. A esto
se debe añadir que la primera verdad absolutamente cierta de nuestra existencia,
además del hecho de que existimos, es lo inevitable de nuestra muerte. Frente a
este dato desconcertante se impone la búsqueda de una respuesta exhaustiva.
(26)
De por sí,
toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como
universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre. (…) Para
todos llega el momento en el que, se quiera o no, es necesario enraizar la
propia existencia en una verdad reconocida como definitiva, que dé una certeza
no sometida ya a la duda. (27)
Diversas
facetas de la verdad en el hombre
Cuando un
científico, siguiendo una intuición suya, se pone a la búsqueda de la
explicación lógica y verificable de un fenómeno determinado, confía desde el
principio que encontrará una respuesta, y no se detiene ante los fracasos. No
considera inútil la intuición originaria sólo porque no ha alcanzado el
objetivo; más bien dirá con razón que no ha encontrado aún la respuesta
adecuada.
Esto mismo
es válido también para la investigación de la verdad en el ámbito de las
cuestiones últimas. (29)
(Existen)
diversas formas de verdad. Las más numerosas son las que se apoyan sobre
evidencias inmediatas o confirmadas experimentalmente. Éste es el orden de
verdad propio de la vida diaria y de la investigación científica. En otro nivel
se encuentran las verdades de carácter filosófico, a las que el hombre llega
mediante la capacidad especulativa de su intelecto. En fin están las verdades
religiosas, que en cierta medida hunden sus raíces también en la filosofía.
Éstas están contenidas en las respuestas que las diversas religiones ofrecen en
sus tradiciones a las cuestiones últimas. (30)
La
perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento abstracto
de la verdad, sino que consiste también en una relación viva de entrega y
fidelidad hacia el otro. En esta fidelidad que sabe darse, el hombre encuentra
plena certeza y seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia, que
se funda sobre la confianza interpersonal, está en relación con la verdad: el
hombre, creyendo, confía en la verdad que el otro le manifiesta. (32)
El hombre,
por su naturaleza, busca la verdad. Esta búsqueda no está destinada sólo a la
conquista de verdades parciales, factuales o científicas; no busca sólo el verdadero
bien para cada una de sus decisiones. Su búsqueda tiende hacia una verdad
ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que
no puede encontrar solución si no es en el absoluto.
El hombre se
encuentra en un camino de búsqueda, humanamente interminable: búsqueda de
verdad y búsqueda de una persona de quien fiarse. (33)
El mismo e
idéntico Dios, que fundamenta y garantiza que sea inteligible y racional el
orden natural de las cosas sobre las que se apoyan los científicos confiados,
es el mismo que se revela como Padre de nuestro Señor Jesucristo. Esta unidad
de la verdad, natural y revelada, tiene su identificación viva y personal en
Cristo. (34)
CAPÍTULO IV
RELACIÓN ENTRE LA FE Y LA RAZÓN
Etapas más
significativas en el encuentro entre la fe y la razón
Fue tarea de los padres de la filosofía mostrar el vínculo entre la razón
y la religión. Dirigiendo la mirada hacia los principios universales, no se
contentaron con los mitos antiguos, sino que quisieron dar fundamento racional
a su creencia en la divinidad. (…). Sobre esta base los Padres de la Iglesia
comenzaron un diálogo fecundo con los filósofos antiguos, abriendo el camino al
anuncio y a la comprensión del Dios de Jesucristo. (36)
Otros
escritores de los primeros siglos, en particular san Ireneo y Tertuliano,
manifiestan a su vez ciertas reservas frente a una visión cultural que
pretendía subordinar la verdad de la Revelación a las interpretaciones de los
filósofos. (37)
Contra los ataques lanzados por el filósofo Celso, Orígenes asume la filosofía platónica para argumentar y responderle. Refiriéndose a no pocos elementos del pensamiento platónico, comienza a elaborar una primera forma de teología cristiana. (39)
Cuando (San Agustín) se encontró con la verdad de la fe cristiana, tuvo la fuerza de realizar aquella conversión radical a la que los filósofos frecuentados anteriormente no habían conseguido encaminarlo. El motivo lo cuenta él mismo: « Sin embargo, desde esta época empecé ya a dar preferencia a la doctrina católica, porque me parecía que aquí se mandaba con más modestia, y de ningún modo falazmente, creer lo que no se demostraba —fuese porque, aunque existiesen las pruebas, no había sujeto capaz de ellas, fuese porque no existiesen—, que no allí, en donde se despreciaba la fe y se prometía con temeraria arrogancia la ciencia y luego se obligaba a creer una infinidad de fábulas absurdísimas que no podían demostrar ». (40)
No eran pensadores ingenuos. Precisamente porque vivían con intensidad el contenido de la fe, sabían llegar a las formas más profundas de la especulación … fueron capaces de sacar a la luz plenamente lo que todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes filósofos antiguos. … acogieron plenamente la razón abierta a lo absoluto y en ella incorporaron la riqueza de la Revelación. (41)
La prioridad de la fe no es incompatible con la búsqueda propia de la razón. En efecto, ésta no está llamada a expresar un juicio sobre los contenidos de la fe, …Su tarea, más bien, es saber encontrar un sentido y descubrir las razones que permitan a todos entender los contenidos de la fe. (42)
Novedad
perenne del pensamiento de santo Tomás de Aquino
Iluminada
por la fe, (la razón) es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan
de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al
conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. (43)
El Aquinate quiere mostrar la primacía de aquella sabiduría que es don del Espíritu Santo e introduce en el conocimiento de las realidades divinas. La prioridad reconocida a esta sabiduría no hace olvidar, sin embargo, al Doctor Angélico la presencia de otras dos formas de sabiduría complementarias: la filosófica, basada en la capacidad del intelecto para indagar la realidad dentro de sus límites connaturales, y la teológica, fundamentada en la Revelación y que examina los contenidos de la fe, llegando al misterio mismo de Dios. (44)
El drama de
la separación entre fe y razón
San Alberto
Magno y santo Tomás, aun manteniendo un vínculo orgánico entre la teología y la
filosofía, fueron los primeros que reconocieron la necesaria autonomía que la
filosofía y las ciencias necesitan para dedicarse eficazmente a sus respectivos
campos de investigación. Sin embargo, a partir de la baja Edad Media la
legítima distinción entre los dos saberes se transformó progresivamente en una
nefasta separación. Debido al excesivo espíritu racionalista de algunos
pensadores, se radicalizaron las posturas, (…) Algunos comenzaron a profesar
una desconfianza general, escéptica y agnóstica, bien para reservar mayor
espacio a la fe, o bien para desacreditar cualquier referencia racional posible
a la misma. (45)
En el ámbito de la investigación científica se ha ido imponiendo una mentalidad positivista que … ha olvidado toda relación con la visión metafísica y moral. Consecuencia de esto es que algunos científicos, carentes de toda referencia ética, tienen el peligro de no poner ya en el centro de su interés la persona y la globalidad de su vida.
Además, como
consecuencia de la crisis del racionalismo, ha cobrado entidad
el nihilismo. … Sus seguidores teorizan sobre la investigación como fin en
sí misma, sin esperanza ni posibilidad alguna de alcanzar la meta de la verdad.
(46)
En la cultura moderna ha cambiado el papel mismo de la filosofía. (…) Estas formas de racionalidad, en vez de tender a la contemplación de la verdad y a la búsqueda del fin último y del sentido de la vida, están orientadas —o, al menos, pueden orientarse— como « razón instrumental » al servicio de fines utilitaristas, de placer o de poder.
De aquí se
desprende como consecuencia el ofuscamiento de la auténtica dignidad de la
razón, que ya no es capaz de conocer lo verdadero y de buscar lo absoluto. (47)
Tanto la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la otra. La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal. (48)
CAPÍTULO V
INTERVENCIONES DEL MAGISTERIO EN CUESTIONES
FILOSÓFICAS
El
discernimiento del Magisterio como diaconía de la verdad
Es un deber
suyo (del Magisterio) reaccionar de forma clara y firme cuando tesis
filosóficas discutibles amenazan la comprensión correcta del dato revelado y
cuando se difunden teorías falsas y parciales que siembran graves errores,
confundiendo la simplicidad y la pureza de la fe del pueblo de Dios. (49)
La Iglesia
tiene el deber de indicar lo que en un sistema filosófico puede ser
incompatible con su fe. En efecto, muchos contenidos filosóficos, como los
temas de Dios, del hombre, de su libertad y su obrar ético, la emplazan
directamente porque afectan a la verdad revelada que ella custodia. (50)
Sus intervenciones
se dirigen en primer lugar a estimular, promover y animar el pensamiento
filosófico. Por otra parte, los filósofos son los primeros que comprenden la
exigencia de la autocrítica, de la corrección de posibles errores y de la
necesidad de superar los límites demasiado estrechos en los que se enmarca su
reflexión. (…) Ninguna forma histórica de filosofía puede legítimamente
pretender abarcar toda la verdad, ni ser la explicación plena del ser humano,
del mundo y de la relación del hombre con Dios. (51)
Si la
palabra del Magisterio se ha hecho oír más frecuentemente a partir de la mitad
del siglo pasado ha sido porque en aquel período muchos católicos sintieron el
deber de contraponer una filosofía propia a las diversas corrientes del
pensamiento moderno. Por este motivo, el Magisterio de la Iglesia se vio
obligado a vigilar que estas filosofías no se desviasen, a su vez, hacia formas
erróneas y negativas. (…) Los contenidos positivos de este debate se
formalizaron en la Constitución dogmática Dei Filius, con la que por
primera vez un Concilio ecuménico, el Vaticano I, intervenía solemnemente sobre
las relaciones entre la razón y la fe. La enseñanza contenida en este texto
influyó con fuerza y de forma positiva en la investigación filosófica de muchos
creyentes y es todavía hoy un punto de referencia normativo para una correcta y
coherente reflexión cristiana en este ámbito particular. (52)
El Concilio
Vaticano I (…) puso de relieve lo inseparables y al mismo tiempo irreducibles
que son el conocimiento natural de Dios y la Revelación, la razón y la fe. (…) ninguna
verdadera disensión puede jamás darse entre la fe y la razón, como quiera que
el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, puso dentro del alma
humana la luz de la razón, y Dios no puede negarse a sí mismo ni la verdad
contradecir jamás a la verdad ».(53)
Ahora bien,
a los teólogos y filósofos católicos, a quienes incumbe el grave cargo de
defender la verdad divina y humana y sembrarla en las almas de los hombres, no
les es lícito ni ignorar ni descuidar esas opiniones que se apartan más o menos
del recto camino. Más aún, es menester que las conozcan a fondo, primero porque
no se curan bien las enfermedades si no son de antemano debidamente conocidas;
luego, porque alguna vez en esos mismos falsos sistemas se esconde algo de
verdad; y, finalmente, porque estimulan la mente a investigar y ponderar con
más diligencia algunas verdades filosóficas y teológicas (54)
Se nota una
difundida desconfianza hacia las afirmaciones globales y absolutas, sobre todo
por parte de quienes consideran que la verdad es el resultado del consenso y no
de la adecuación del intelecto a la realidad objetiva. …A la luz de la fe que
reconoce en Jesucristo este sentido último, debo animar a los filósofos,
cristianos o no, a confiar en la capacidad de la razón humana y a no fijarse
metas demasiado modestas en su filosofar. … La fe mueve a la razón a salir de
todo aislamiento y a apostar de buen grado por lo que es bello, bueno y
verdadero. Así, la fe se hace abogada convencida y convincente de la razón.
(56)
El interés de la Iglesia por la filosofía
Con sorpresa y pena debo constatar que no pocos teólogos comparten este desinterés por el estudio de la filosofía.
Varios son
los motivos de esta poca estima. En primer lugar, debe tenerse en cuenta la
desconfianza en la razón que manifiesta gran parte de la filosofía
contemporánea, abandonando ampliamente la búsqueda metafísica sobre las
preguntas últimas del hombre, para concentrar su atención en los problemas
particulares y regionales, a veces incluso puramente formales. … El Concilio
Vaticano II ha remarcado varias veces el valor positivo de la investigación
científica para un conocimiento más profundo del misterio del hombre. La
invitación a los teólogos para que conozcan estas ciencias y, si es menester,
las apliquen correctamente en su investigación no debe, sin embargo, ser
interpretada como una autorización implícita a marginar la filosofía o a
sustituirla en la formación pastoral y en la praeparatio fidei. (61)
CAPÍTULO VI
INTERACCIÓN ENTRE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA
La ciencia de la fe y las exigencias
de la razón filosófica
La filosofía
ofrece a la teología su peculiar aportación al tratar sobre la estructura del
conocimiento y de la comunicación personal (…) Igualmente es importante la
aportación de la filosofía para una comprensión más coherente de la Tradición
eclesial, de los pronunciamientos del Magisterio y de las sentencias de los
grandes maestros de la teología. En efecto, estos se expresan con frecuencia
usando conceptos y formas de pensamiento tomados de una determinada tradición
filosófica. (…) el teólogo debe (…) conocer a fondo los sistemas filosóficos
que han influido eventualmente tanto en las nociones como en la terminología,
para llegar así a interpretaciones correctas y coherentes. (65)
La
referencia a las ciencias, útil en muchos casos porque permite un conocimiento
más completo del objeto de estudio, no debe sin embargo hacer olvidar la
necesaria mediación de una reflexión típicamente filosófica, crítica y dirigida
a lo universal, exigida además por un intercambio fecundo entre las
culturas. (69)
Ante la
riqueza de la salvación realizada por Cristo, caen las barreras que separan las
diversas culturas. La promesa de Dios en Cristo llega a ser, ahora, una oferta
universal, no ya limitada a un pueblo concreto, con su lengua y costumbres,
sino extendida a todos como un patrimonio del que cada uno puede libremente
participar.
Las
culturas, cuando están profundamente enraizadas en lo humano, llevan consigo el
testimonio de la apertura típica del hombre a lo universal y a la
trascendencia. (70)
El anuncio
del Evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destinatario la
adhesión de la fe, no les impide conservar una identidad cultural propia.
De esto
deriva que una cultura nunca puede ser criterio de juicio y menos aún criterio
último de verdad en relación con la revelación de Dios. (71)
El hecho de
que la misión evangelizadora haya encontrado en su camino primero a la
filosofía griega, no significa en modo alguno que excluya otras aportaciones.
Mi
pensamiento se dirige espontáneamente a las tierras del Oriente, ricas de
tradiciones religiosas y filosóficas muy antiguas. Entre ellas, la India ocupa
un lugar particular.
Corresponde
a los cristianos de hoy, sobre todo a los de la India, sacar de este rico
patrimonio los elementos compatibles con su fe de modo que enriquezcan el
pensamiento cristiano.
Cuando la
Iglesia entra en contacto con grandes culturas a las que anteriormente no había
llegado, no puede olvidar lo que ha adquirido en la inculturación en el
pensamiento grecolatino. Rechazar esta herencia sería ir en contra del designio
providencial de Dios, que conduce su Iglesia por los caminos del tiempo y de la
historia. (72)
Diferentes estados de la filosofía
Se pueden
distinguir diversas posiciones de la filosofía respecto a la fe cristiana. Una
primera es la de la filosofía totalmente independiente de la revelación
evangélica. (…) En esta situación, la filosofía manifiesta su legítima
aspiración a ser un proyecto autónomo, que procede de acuerdo con sus
propias leyes, sirviéndose de la sola fuerza de la razón.
Más aún,
incluso cuando la misma reflexión teológica se sirve de conceptos y argumentos
filosóficos, debe respetarse la exigencia de la correcta autonomía del
pensamiento. En efecto, la argumentación elaborada siguiendo rigurosos
criterios racionales es garantía para lograr resultados universalmente válidos.
La teoría de
la llamada filosofía « separada », seguida por numerosos filósofos
modernos, está muy lejos de esta correcta exigencia. Más que afirmar la justa
autonomía del filosofar, dicha filosofía reivindica una autosuficiencia del
pensamiento que se demuestra claramente ilegítima. En efecto, rechazar las
aportaciones de verdad que derivan de la revelación divina significa cerrar el
paso a un conocimiento más profundo de la verdad, dañando la misma
filosofía. (75)
Una segunda
posición de la filosofía es la que muchos designan con la expresión filosofía
cristiana. (…) pretende abarcar todos los progresos importantes del
pensamiento filosófico que no se hubieran realizado sin la aportación, directa
o indirecta, de la fe cristiana.
Dos son, por
tanto, los aspectos de la filosofía cristiana: uno subjetivo, que consiste en
la purificación de la razón por parte de
la fe. Como virtud teologal, la fe libera la razón de la presunción,
tentación típica a la que los filósofos están fácilmente sometidos. (…) Con la
humildad, el filósofo adquiere también el valor de afrontar algunas cuestiones
que difícilmente podría resolver sin considerar los datos recibidos de la
Revelación.
Además está
el aspecto objetivo, que afecta a los contenidos. La Revelación propone claramente algunas verdades que, aun no siendo
por naturaleza inaccesibles a la razón, tal vez no hubieran sido nunca
descubiertas por ella, si se la hubiera dejado sola. … el concepto de un Dios
personal, libre y creador, … la realidad
del pecado, … la concepción de la persona como ser espiritual … la dignidad, de
la igualdad y de la libertad de los hombres … la posibilidad de una vocación
sobrenatural del hombre e incluso el mismo pecado original. (76)
Otra
posición significativa de la filosofía se da cuando la teología misma
recurre a la filosofía. En realidad, la teología ha tenido siempre y continúa
teniendo necesidad de la aportación filosófica. Siendo obra de la razón crítica
a la luz de la fe, el trabajo teológico presupone y exige en toda su
investigación una razón educada y formada conceptual y argumentativamente.
Además, la teología necesita de la filosofía como interlocutora para verificar
la inteligibilidad y la verdad universal de sus aserciones. (77)
Quiero señalar en esta última parte algunas condiciones que la teología —y aún antes la palabra de Dios— pone hoy al pensamiento filosófico y a las filosofías actuales. (…) La verdad revelada, al ofrecer plena luz sobre el ser a partir del esplendor que proviene del mismo Ser subsistente, iluminará el camino de la reflexión filosófica. (79)
CAPÍTULO VII
EXIGENCIAS Y COMETIDOS ACTUALES
Exigencias irrenunciables de la palabra de Dios
La Sagrada
Escritura contiene, de manera explícita o implícita, una serie de elementos que
permiten obtener una visión del hombre y del mundo de gran valor filosófico …
Sólo Dios es el Absoluto … visión del
hombre como imago Dei, que contiene indicaciones precisas sobre su ser, su
libertad y la inmortalidad de su espíritu. … el mundo creado no es
autosuficiente,
Incluso el
problema del mal moral -la forma más trágica de mal- … el
problema del sentido de la existencia
La
convicción fundamental de esta « filosofía » contenida en la Biblia es que la
vida humana y el mundo tienen un sentido y están orientados hacia su
cumplimiento, que se realiza en Jesucristo. Una filosofía carente de la
cuestión sobre el sentido de la existencia incurriría en el grave peligro de
degradar la razón a funciones meramente instrumentales, sin ninguna auténtica
pasión por la búsqueda de la verdad.
Para estar
en consonancia con la palabra de Dios es necesario, ante todo, que la filosofía
encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido
último y global de la vida. (…) pondrá
también como última instancia de unificación del saber y del obrar humano,
impulsándolos a avanzar hacia un objetivo y un sentido definitivos.
La palabra
de Dios revela el fin último del hombre y da un sentido global a su obrar en el
mundo. Por esto invita a la filosofía a esforzarse en buscar el fundamento
natural de este sentido, que es la religiosidad constitutiva de toda persona. (81)
Una segunda exigencia: verificar la capacidad del hombre de llegar al conocimiento de la verdad; un conocimiento, además, que alcance la verdad objetiva, mediante aquella adaequatio rei et intellectus a la que se refieren los Doctores de la Escolástica.
El hombre,
aunque culpable de doblez y de engaño, es capaz de conocer y de comprender la
verdad límpida y pura. (82)
Es necesaria
una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de
trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo
absoluto, último y fundamental.
No es
posible detenerse en la sola experiencia; incluso cuando ésta expresa y pone de
manifiesto la interioridad del hombre y su espiritualidad, es necesario que la
reflexión especulativa llegue hasta su naturaleza espiritual y el fundamento en
que se apoya.
Una teología
sin un horizonte metafísico no conseguiría ir más allá del análisis de la
experiencia religiosa y no permitiría al intellectus fidei expresar
con coherencia el valor universal y trascendente de la verdad revelada. (83)
Algunas
corrientes de pensamiento, hoy tan difundidas. Considero oportuno detenerme en
ellas, aunque brevemente, para poner de relieve sus errores y los consiguientes
riesgos para la actividad filosófica.
La primera
es el eclecticismo, … suele adoptar ideas derivadas de diferentes
filosofías, sin fijarse en su coherencia o conexión sistemática ni en su
contexto histórico. (86)
Las tesis propias del historicismo. … la tesis fundamental del historicismo consiste en establecer la verdad de una filosofía sobre la base de su adecuación a un determinado período y a un determinado objetivo histórico. De este modo, al menos implícitamente, se niega la validez perenne de la verdad. (87)
Otro peligro
considerable es el cientificismo.
Esta corriente filosófica no admite como válidas otras formas de conocimiento
que no sean las propias de las ciencias positivas, … los valores quedan
relegados a meros productos de la emotividad y la noción de ser es marginada
para dar lugar a lo puro y simplemente fáctico.
Se debe
constatar lamentablemente que lo relativo a la cuestión sobre el sentido de la
vida es considerado por el cientificismo como algo que pertenece al campo de lo
irracional o de lo imaginario. … Esto lleva al empobrecimiento de la reflexión
humana, que se ve privada de los problemas de fondo que el animal
rationale se ha planteado constantemente, desde el inicio de su existencia
terrena. (88)
No menores
peligros conlleva el pragmatismo,
actitud mental propia de quien, al hacer sus opciones, excluye el recurso a
reflexiones teoréticas o a valoraciones basadas en principios éticos. … se ha
ido afirmando un concepto de democracia que no contempla la referencia a
fundamentos de orden axiológico y por tanto inmutables. La admisibilidad o no de
un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría
parlamentaria. (89)
El nihilismo, … niega la humanidad del hombre y su misma identidad. … Una vez que se ha quitado la verdad al hombre, es pura ilusión pretender hacerlo libre. En efecto, verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente. (90)
Cometidos actuales de la teología
Un doble cometido. … renovar las propias metodologías para un servicio más eficaz a la evangelización.
mirar hacia
la verdad última que recibe
con la Revelación, sin darse por satisfecha con las fases intermedias. (92)
Surge, pues, la pregunta sobre cómo se puede conciliar el carácter absoluto y universal de la verdad con el inevitable condicionamiento histórico y cultural de las fórmulas en que se expresa. … la aplicación de una hermenéutica abierta a la instancia metafísica permite mostrar cómo, a partir de las circunstancias históricas y contingentes en que han madurado los textos, se llega a la verdad expresada en ellos, que va más allá de dichos condicionamientos. (95)
La historia del pensamiento enseña que a través de la evolución y la variedad de las culturas ciertos conceptos básicos mantienen su valor cognoscitivo universal y, por tanto, la verdad de las proposiciones que los expresan. Si no fuera así, la filosofía y las ciencias no podrían comunicarse entre ellas, ni podrían ser asumidas por culturas distintas de aquellas en que han sido pensadas y elaboradas. (96)
Un paso
ulterior e incluso más delicado y exigente es la comprensión de la verdad
revelada, o sea, la elaboración del intellectus fidei.
Si
el intellectus fidei quiere incorporar toda la riqueza de la
tradición teológica, debe recurrir a la filosofía del ser. (97)
Consideraciones análogas se pueden hacer también por lo que se refiere a la teología moral … Abandonada la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razón humana pueda conocer, ha cambiado también inevitablemente la concepción misma de la conciencia … se está orientando a conceder a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás ».
La teología
moral debe recurrir a una ética filosófica orientada a la verdad del bien; a
una ética, pues, que no sea subjetivista ni utilitarista. Esta ética implica y
presupone una antropología filosófica y una metafísica del bien. (98)
La labor teológica en la Iglesia está ante todo al servicio del anuncio de la fe y de la catequesis.
La
catequesis, que es también comunicación lingüística, debe presentar la doctrina
de la Iglesia en su integridad, mostrando su relación con la vida de los
creyentes. (99)