EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL
CHRISTUS
VIVIT
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
FRANCISCO
A LOS JÓVENES Y A TODO EL PUEBLO DE DIOS
Capítulo primero
¿Qué dice la Palabra de Dios sobre los jóvenes?
¿Qué dice la Palabra de Dios sobre los jóvenes?
Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar
horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de
aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir
algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza, y
a cada uno le repito: «que nadie menosprecie tu juventud» (1 Tm 4,12). (15)
Sin embargo, … No hace bien caer en un culto a la juventud, o en una
actitud juvenil que desprecia a los demás por sus años, o porque son de otra
época. Jesús decía que la persona sabia es capaz de sacar del arcón tanto lo
nuevo como lo viejo (cf. Mt 13,52).
Un joven sabio se abre al futuro, pero siempre es capaz de rescatar algo de la
experiencia de los otros. (16)
No hay que arrepentirse de gastar la juventud siendo buenos, abriendo el
corazón al Señor, viviendo de otra manera. Nada de eso nos quita la juventud,
sino que la fortalece y la renueva. (17)
Porque uno puede pasar su juventud distraído, volando por la superficie de
la vida, adormecido, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo
más hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin substancia. O
uno puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así
prepara un futuro lleno de vida y de riqueza interior. (19)
Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo, la esperanza y
la generosidad, ante ti se presenta Jesús como se presentó ante el hijo muerto
de la viuda, y con toda su potencia de Resucitado el Señor te exhorta: «Joven,
a ti te digo, ¡levántate!» (Lc 7,14).
(20)
Capítulo segundo
La juventud de Jesús
Cada joven, cuando se sienta llamado a cumplir una misión en esta tierra,
está invitado a reconocer en su interior esas mismas palabras que le dice el
Padre Dios: «Tú eres mi hijo amado». (25)
Su juventud nos ilumina
No crear proyectos que aíslen a los jóvenes de la familia y del mundo, o
que los conviertan en una minoría selecta y preservada de todo contagio.
Necesitamos más bien proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los lancen
al encuentro con los demás, al servicio generoso, a la misión. (30)
«Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con
sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos.
Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres,
los enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo la valentía de enfrentarse a
las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de
sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la
fragilidad de la pasión; dirigió su mirada al futuro abandonándose en las manos
seguras del Padre y a la fuerza del Espíritu. En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse. (31)
La juventud de la Iglesia
Rica en un largo pasado, siempre vivo en ella y marchando hacia la
perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la historia y
de la vida, es la verdadera juventud del mundo (34)
Pidamos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque cede a
todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje
y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es ella misma, cuando recibe
la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la
presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es
capaz de volver una y otra vez a su fuente. (35)
Tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este
mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de
la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación,
de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los
pobres, de la amistad social. (36)
Son precisamente los jóvenes quienes pueden ayudarla a mantenerse joven, a
no caer en la corrupción, a no quedarse, a no enorgullecerse, a no convertirse
en secta, a ser más pobre y testimonial, a estar cerca de los últimos y
descartados, a luchar por la justicia, a dejarse interpelar con humildad. Ellos
pueden aportarle a la Iglesia la belleza de la juventud cuando estimulan la
capacidad «de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de
renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas». (37)
Una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo (41)
Una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo (41)
María, la
muchacha de Nazaret
¿Se sienten portadores de una
promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante? María tendría,
sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para
decir “no”. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas
complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener
todo claro o asegurado de antemano. ¡María no compró un seguro de vida! ¡María
se la jugó y por eso es fuerte, por eso es una influencer, es la influencer de
Dios! El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las
dificultades». (44)
Jóvenes
santos
Hay santos
que no conocieron la vida adulta, y nos dejaron el testimonio de otra forma de
vivir la juventud. Recordemos
al menos a algunos de ellos, de distintos momentos de la historia, que vivieron
la santidad cada uno a su modo. (50)
Capítulo
tercero
Ustedes son el ahora de Dios
Ustedes son el ahora de Dios
En positivo
Es la capacidad de encontrar caminos
donde otros ven sólo murallas, es la habilidad de reconocer posibilidades donde
otros ven solamente peligros. Así es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y
alimentar las semillas de bien sembradas en los corazones de los jóvenes. El
corazón de cada joven debe por tanto ser considerado “tierra sagrada”, portador
de semillas de vida divina, ante quien debemos “descalzarnos” para poder
acercarnos y profundizar en el Misterio. (67)
Algunas
cosas que les pasan a los jóvenes
No seamos una Iglesia que no llora
frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Nunca nos acostumbremos, porque
quien no sabe llorar no es madre. … Lo peor que podemos hacer es aplicar la
receta del espíritu mundano que consiste en anestesiar a los jóvenes con otras
noticias, con otras distracciones, con banalidades. (75)
Un mundo que enfatiza excesivamente
la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el propio cuerpo y
vivir serenamente las relaciones afectivas. (81)
En los jóvenes también están los
golpes, los fracasos, los recuerdos tristes clavados en el alma. ...«están las
heridas morales, el peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por
haberse equivocado». Jesús se hace presente en esas cruces de los jóvenes, para
ofrecerles su amistad, su alivio, su compañía sanadora, y la Iglesia quiere ser
su instrumento en este camino hacia la restauración interior y la paz del
corazón. (83)
Las relaciones online pueden volverse
inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y
obstaculizan la reflexión personal. Problemas como la pornografía distorsionan
la percepción que el joven tiene de la sexualidad humana. La tecnología usada
de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad
humana. (90)
Aquellos que huyen de la guerra, de
la violencia, de la persecución política o religiosa, de los desastres
naturales –debidos entre otras cosas a los cambios climáticos– y de la pobreza
extrema: muchos de ellos son jóvenes. En general, buscan oportunidades para
ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las
condiciones para que se haga realidad». Los migrantes «nos recuerdan la
condición originaria de la fe, o sea la de ser “forasteros y peregrinos en la
tierra” (Hb 11,13)». (91)
Cabe señalar la especial
vulnerabilidad de los inmigrantes menores no acompañados, y la situación de
quienes se ven obligados a pasar muchos años en los campos de refugiados o que
permanecen bloqueados durante largo tiempo en los países de tránsito, sin poder
continuar sus estudios ni desarrollar sus talentos. (92)
«Los jóvenes que emigran tienen que
separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo
cultural y religioso. La fractura también concierne a las comunidades de
origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las
familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los
hijos en el país de origen. La Iglesia tiene un papel importante como
referencia para los jóvenes de estas familias rotas. Sin embargo, las historias
de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre
culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una
oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos. Las
iniciativas de acogida que hacen referencia a la Iglesia tienen un rol
importante desde este punto de vista, y pueden revitalizar a las comunidades
capaces de realizarlas». (93)
Pido especialmente a los jóvenes que
no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que
llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no
tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano. (94)
«la universalidad de esta plaga, a
la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su
monstruosidad dentro de la Iglesia» y «en la justificada rabia de la gente, la
Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado y abofeteado». (96)
Cuando vean un sacerdote en riesgo,
porque ha perdido el gozo de su ministerio, porque busca compensaciones
afectivas o está equivocando el rumbo, atrévanse a recordarle su compromiso con
Dios y con su pueblo, anúncienle ustedes el Evangelio y aliéntenlo a mantenerse
en la buena senda. (100)
Recordemos que no se abandona a la
Madre cuando está herida, sino que se la acompaña para que saque de ella toda
su fortaleza y su capacidad de comenzar siempre de nuevo. (101)
Hay
salida
Te recuerdo la buena noticia que nos
regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las situaciones oscuras o
dolorosas que mencionamos hay salida. (104)
No dejes que te roben la esperanza y
la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses.
Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier cosa. No te sirve
tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres,
si reconoces que estás llamado a mucho. (107)
Para que la juventud cumpla la
finalidad que tiene en el recorrido de tu vida, debe ser un tiempo de entrega
generosa, de ofrenda sincera, de sacrificios que duelen pero que nos vuelven
fecundos. (108)
Capítulo
cuarto
El gran anuncio para todos los jóvenes
El gran anuncio para todos los jóvenes
Un Dios
que es amor
Ante todo quiero decirle a cada uno
la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste no importa, te lo quiero
recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida.
En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado. (112)
Tienes que confiar en el «recuerdo
de Dios: su memoria no es un “disco duro” que registra y almacena todos
nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija
eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal». (115)
No le molesta que le expreses tus
cuestionamientos, lo que le preocupa es que no le hables, que no te abras con
sinceridad al diálogo con Él. … Su amor es tan real, tan verdadero,
tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo.
(117)
Cristo te
salva
La segunda verdad es que Cristo, por
amor, se entregó hasta el final para salvarte. (118)
Nadie podrá quitarnos la dignidad
que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la
cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que
siempre puede devolvernos la alegría. (119)
Nosotros «somos salvados por Jesús,
porque nos ama y no puede con su genio. … es precisamente a través de nuestras
contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta
historia de amor.
Porque la verdadera caída –atención
a esto– la verdadera caída, la
que es capaz de arruinarnos la vida es la de permanecer en el piso y no dejarse
ayudar». (120)
Y cuando te acerques a confesar tus
pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa.
Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así
podrás renacer, una y otra vez. (123)
¡Él vive!
Pero hay una tercera verdad, que es
inseparable de la anterior: ¡Él vive! … El que nos llena con su gracia, el que
nos libera, el que nos transforma, el que nos sana y nos consuela es alguien
que vive. Es Cristo resucitado, lleno de vitalidad sobrenatural. (124)
Si Él vive, entonces sí podrá estar
presente en tu vida, en cada momento, … tal como lo prometió: «Yo estoy con ustedes
todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). (125)
Si Él vive eso es una garantía de
que el bien puede hacerse camino en nuestra vida, y de que nuestros cansancios
servirán para algo. (127)
Si alcanzas a valorar con el corazón
la belleza de este anuncio y te dejas encontrar por el Señor; si te dejas amar
y salvar por Él; si entras en amistad con Él y empiezas a conversar con Cristo
vivo sobre las cosas concretas de tu vida, esa será la gran experiencia, esa
será la experiencia fundamental que sostendrá tu vida cristiana. (129)
El
Espíritu da vida
Donde están el Padre y Jesucristo,
también está el Espíritu Santo. Es Él quien está detrás, es Él quien prepara y
abre los corazones para que reciban ese anuncio, es Él quien mantiene viva esa
experiencia de salvación, es Él quien te ayudará a crecer en esa alegría si lo
dejas actuar. (130)
¿Buscas pasión? Como dice ese bello
poema: ¡Enamórate! (o déjate enamorar), porque «nada puede importar más que
encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y
absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir
dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama
en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de
semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te
sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será
de otra manera». (132)
Capítulo
quinto
Caminos de juventud
Caminos de juventud
Tiempo de
sueños y de elecciones
En este período de la vida, los
jóvenes están llamados a proyectarse hacia adelante sin cortar con sus raíces,
a construir autonomía, pero no en solitario». (137)
Cuando todo parece paralizado y
estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares
sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido.
El camino es Jesús: hacerle subir a nuestra barca y remar mar adentro con Él.
¡Él es el Señor! Él cambia la perspectiva de la vida. La fe en Jesús conduce a
una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras
cualidades y habilidades, sino en la Palabra de Dios, en la invitación que
viene de Él. Sin hacer demasiados cálculos humanos ni preocuparse por verificar
si la realidad que los rodea coincide con sus seguridades. Remen mar adentro,
salgan de ustedes mismos». (141)
Los sueños más bellos se conquistan
con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas. Al mismo tiempo,
no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de
cometer errores. Sí hay que tener miedo a vivir paralizados, como muertos en
vida, convertidos en seres que no viven porque no quieren arriesgar, porque no
perseveran en sus empeños o porque tienen temor a equivocarse. Aún si te
equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie
tiene derecho a robarte la esperanza. (142)
Las ganas
de vivir y de experimentar
Esta proyección hacia el futuro que
se sueña, no significa que los jóvenes estén completamente lanzados hacia
adelante, porque al mismo tiempo hay en ellos un fuerte deseo de vivir el
presente, de aprovechar al máximo las posibilidades que esta vida les regala. (144)
¿Cómo podrá ser agradecido con Dios
alguien que no es capaz de disfrutar de sus pequeños regalos de cada día,
alguien que no sabe detenerse ante las cosas simples y agradables que encuentra
a cada paso? Porque «nadie es peor del que se tortura a sí mismo» (Si 14,6). No se trata de ser un
insaciable que siempre está obsesionado por más y más placeres. Al contrario,
porque eso te impedirá vivir el presente. (146)
Vivir el presente a lo grande,
utilizando las energías para cosas buenas, cultivando la fraternidad, siguiendo
a Jesús y valorando cada pequeña alegría de la vida como un regalo del amor de
Dios. (147)
Esto incluye también los momentos
duros, que deben ser vividos a fondo para llegar a aprender su mensaje. … «Él está allí donde nosotros pensábamos que
nos había abandonado y que ya no había salvación alguna. Es una paradoja, pero
el sufrimiento, las tinieblas, se convirtieron, para muchos cristianos [...] en
lugares de encuentro con Dios». (149)
En
amistad con Cristo
La amistad es un regalo de la vida y
un don de Dios. A través de los amigos el Señor nos va puliendo y nos va
madurando. Al mismo tiempo, los amigos fieles, que están a nuestro lado en los
momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su
presencia amable. Tener amigos nos enseña a abrirnos, a comprender, a cuidar a
otros, a salir de nuestra comodidad y del aislamiento, a compartir la vida. Por
eso «un amigo fiel no tiene precio» (Si 6,15).
(151)
Con el amigo hablamos, compartimos
las cosas más secretas. Con Jesús también conversamos. La oración es un desafío
y una aventura. ¡Y qué aventura! Permite que lo conozcamos cada vez mejor,
entremos en su espesura y crezcamos en una unión siempre más fuerte. La oración
nos permite contarle todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus brazos,
y al mismo tiempo nos regala instantes de preciosa intimidad y afecto, donde
Jesús derrama en nosotros su propia vida. Rezando «le abrimos la jugada» a Él,
le damos lugar «para que Él pueda actuar y pueda entrar y pueda vencer». (155)
El
crecimiento y la maduración
Buscar al Señor, guardar su Palabra,
tratar de responderle con la propia vida, crecer en las virtudes, eso hace fuertes
los corazones de los jóvenes. Para eso hay que mantener la conexión con Jesús,
estar en línea con Él, ya que no crecerás en la felicidad y en la santidad sólo
con tus fuerzas y tu mente. Así como te preocupa no perder la conexión a
Internet, cuida que esté activa tu conexión con el Señor, y eso significa no
cortar el diálogo, escucharlo, contarle tus cosas, y cuando no sepas con
claridad qué tendrías que hacer, preguntarle: «Jesús, ¿qué harías tú en mi
lugar?». (158)
Una juventud bien vivida permanece
como experiencia interior, y en la vida adulta es asumida, es profundizada y
sigue dando frutos. Si es propio del joven sentirse atraído por lo infinito que se abre y que comienza, un riesgo de la vida
adulta, con sus seguridades y comodidades, es acotar cada vez más ese horizonte
y perder ese valor propio de los años jóvenes. (160)
Pero te recuerdo que no serás santo
y pleno copiando a otros. … Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu
forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar
a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso
soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo profético, que
impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca única que sólo tú
podrás dejar. En cambio, si copias, privarás a esta tierra, y también al cielo,
de eso que nadie más que tú podrá ofrecer. (163)
Sendas de fraternidad
Las heridas recibidas pueden llevarte a la tentación del aislamiento, a
replegarte sobre ti mismo, a acumular rencores, pero nunca dejes de escuchar el
llamado de Dios al perdón. … En esta
óptica, es vital distinguir al pecador de su pecado y de su ofensa, para llegar
a la verdadera reconciliación. Esto significa que odies el mal que el otro te
inflige, pero que continúes amándolo porque reconoces su debilidad y ves la
imagen de Dios en él». (165)
Jóvenes comprometidos
La vocación laical es ante todo la caridad en la familia, la caridad social
y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe para la
construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del mundo y de la
sociedad para evangelizar sus diversas instancias, para hacer crecer la paz, la
convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender
el Reino de Dios en el mundo. (168)
Misioneros valientes
Ser apóstoles no significa llevar una insignia en el ojal de la chaqueta;
no significa hablar de la verdad, sino vivirla, encarnarse en ella,
transformarse en Cristo. Ser apóstol no es llevar una antorcha en la mano,
poseer la luz, sino ser la luz [...]. El Evangelio [...] más que una lección es
un ejemplo. El mensaje convertido en vida viviente. (175)
El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que
nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No
tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias
existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor
busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su
amor»[94].
Y nos invita a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos
encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en
las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es
bueno y oportuno compartir la alegría del Evangelio. Así es como el Señor se va
acercando a todos. (177)
Capítulo sexto
Jóvenes con raíces
Jóvenes con raíces
Me duele ver que algunos les propongan a los jóvenes construir un futuro
sin raíces, como si el mundo comenzara ahora. Porque «es imposible que alguien
crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado
a la tierra. Es fácil “volarse” cuando no hay desde donde agarrarse, de donde
sujetarse». (179)
Que no te arranquen de la
tierra
Piensen esto: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren
la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo
lo pasado y que sólo miren el futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil
de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que él les dice? Esa
persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo
confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías
de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente
y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que
desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue
transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha
precedido. (181)
Tu relación con los
ancianos
Se trata simplemente de estar abiertos para recoger una sabiduría que se
comunica de generación en generación, que puede convivir con algunas miserias
humanas, y que no tiene por qué desaparecer ante las novedades del consumo y
del mercado. (190)
Al mundo nunca le sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones. Son
los cantos de sirena de un futuro sin raíces, sin arraigo. Es la mentira que te
hace creer que sólo lo nuevo es bueno y bello. (191)
Sueños y visiones
Por eso es bueno dejar que los ancianos hagan largas narraciones, que a
veces parecen mitológicas, fantasiosas –son sueños de viejos–, pero muchas
veces están llenas de rica experiencia, de símbolos elocuentes, de mensajes
ocultos. Esas narraciones requieren tiempo, que nos dispongamos gratuitamente a
escuchar y a interpretar con paciencia, porque no entran en un mensaje de las
redes sociales. Tenemos que aceptar que toda la sabiduría que necesitamos para
la vida no puede encerrarse en los límites que imponen los actuales recursos de
comunicación. (195)
Arriesgar juntos
El amor que se da y que obra, tantas veces se equivoca. El que actúa, el
que arriesga, quizás comete errores. Aquí, en este momento, puede resultar de
interés traer el testimonio de María Gabriela Perin, huérfana de padre desde
recién nacida que reflexiona cómo esto influyó en su vida, en una relación que
no duró pero que la hizo madre y ahora abuela: «Lo que yo sé es que Dios crea
historias. En su genialidad y su misericordia, Él toma nuestros triunfos y
fracasos y teje hermosos tapices que están llenos de ironía. El reverso del
tejido puede parecer desordenado con sus hilos enredados –los acontecimientos
de nuestra vida– y tal vez sea ese lado con el que nos obsesionamos cuando
tenemos dudas. Sin embargo, el lado bueno del tapiz muestra una historia
magnífica, y ese es el lado que ve Dios» (198)
Si caminamos juntos, jóvenes y ancianos, podremos estar bien arraigados en
el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el
pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos
condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar
sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. (199)
Capítulo séptimo
La pastoral de los jóvenes
La pastoral de los jóvenes
Grandes líneas de acción
Confío en la capacidad de los mismos jóvenes, que saben encontrar los
caminos atractivos para convocar. … El
primer anuncio puede despertar una honda experiencia de fe en medio de un
“retiro de impacto”, en una conversación en un bar, en un recreo de la
facultad, o por cualquiera de los insondables caminos de Dios. Pero lo más
importante es que cada joven se atreva a sembrar el primer anuncio en esa
tierra fértil que es el corazón de otro joven. (210)
Calmemos la obsesión por transmitir un cúmulo de contenidos doctrinales, y
ante todo tratemos de suscitar y arraigar las grandes experiencias que
sostienen la vida cristiana. (212)
La pastoral juvenil siempre debe incluir momentos que ayuden a renovar y
profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo. Lo
hará con diversos recursos: testimonios, canciones, momentos de adoración,
espacios de reflexión espiritual con la Sagrada Escritura, e incluso con
diversos estímulos a través de las redes sociales. Pero jamás debe sustituirse
esta experiencia gozosa de encuentro con el Señor por una suerte de
“adoctrinamiento”. (214)
Cualquier plan de pastoral juvenil debe incorporar claramente medios y
recursos variados para ayudar a los jóvenes a crecer en la fraternidad, a vivir
como hermanos, a ayudarse mutuamente, a crear comunidad, a servir a los demás,
a estar cerca de los pobres. (215)
Ambientes adecuados
La amistad y las relaciones, a menudo también en grupos más o menos
estructurados, ofrecen la oportunidad de reforzar competencias sociales y relacionales
en un contexto en el que no se evalúa ni se juzga a la persona. (219)
La escuela necesita una urgente autocrítica si vemos los resultados que
deja la pastoral de muchas de ellas, … . La escuela convertida en un “búnker”
que protege de los errores “de afuera”, es la expresión caricaturizada de esta
tendencia. … una insalvable inadecuación entre lo que les enseñaron y el mundo
en el cual les toca vivir. Aun las propuestas religiosas y morales que
recibieron no los han preparado para confrontarlas con un mundo que las
ridiculiza, y no han aprendido formas de orar y de vivir la fe que puedan ser
fácilmente sostenidas en medio del ritmo de esta sociedad. (221)
Distintos ámbitos para desarrollos
pastorales
Una oportunidad única para el crecimiento y también de apertura al don
divino de la fe y la caridad es el servicio: muchos jóvenes se sienten atraídos
por la posibilidad de ayudar a otros, especialmente a niños y pobres. (225)
No podemos olvidar las expresiones artísticas, como el teatro, la pintura,
etc. «Del todo peculiar es la importancia de la música, que representa un
verdadero ambiente en el que los jóvenes están constantemente inmersos, así
como una cultura y un lenguaje capaces de suscitar emociones y de plasmar la
identidad. (226)
En la base de la experiencia deportiva está «la alegría: la alegría de
moverse, la alegría de estar juntos, la alegría por la vida y los dones que el
Creador nos hace cada día». Por otra parte, algunos Padres de la Iglesia han
tomado el ejemplo de las prácticas deportivas para invitar a los jóvenes a
crecer en la fortaleza y dominar la modorra o la comodidad. San Basilio Magno,
dirigiéndose a los jóvenes, tomaba el ejemplo del esfuerzo que requiere el
deporte y así les inculcaba la capacidad de sacrificarse para crecer en las
virtudes. (227)
En muchos adolescentes y jóvenes despierta especial atracción el contacto
con la creación, y son sensibles hacia el cuidado del ambiente, como ocurre con
los Scouts y con
otros grupos que organizan jornadas de contacto con la naturaleza, campamentos,
caminatas, expediciones y campañas ambientales. (228)
Más allá de los cambios de la historia y de la sensibilidad de los jóvenes,
hay regalos de Dios que son siempre actuales, que contienen una fuerza que
trasciende todas las épocas y todas las circunstancias: la Palabra del Señor
siempre viva y eficaz, la presencia de Cristo en la Eucaristía que nos
alimenta, y el Sacramento del perdón que nos libera y fortalece. (229)
Una pastoral popular
juvenil
Las diversas manifestaciones de piedad popular, especialmente las
peregrinaciones, atraen a gente joven que no suele insertarse fácilmente en las
estructuras eclesiales, y son una expresión concreta de la confianza en Dios. (238)
Capítulo octavo
La vocación
La vocación
Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos
con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada
uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto
el mismo Padre (249)
Su llamado a la amistad con
Él
Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada
joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el
diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16).
Es decir: ¿Me quieres como amigo? (250)
Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada,
ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas
de autosuperación. Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un “tutorial” con el
que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una
historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive
y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como
estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse. (252)
Tu ser para los demás
Recuerdo que la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida,
o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la
existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme.
Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. (254)
Es en definitiva reconocer para qué estoy hecho, para qué paso por esta
tierra, cuál es el proyecto del Señor para mi vida. Él no me indicará todos los
lugares, los tiempos y los detalles, que yo elegiré prudentemente, pero sí hay
una orientación de mi vida que Él debe indicarme porque es mi Creador, mi
alfarero, y necesito escuchar su voz para dejarme moldear y llevar por Él.
Entonces sí seré lo que debo ser, y seré también fiel a mi propia realidad.
(256)
Tu vocación te orienta a sacar afuera lo mejor de ti para la gloria de Dios
y para el bien de los demás. (257)
El amor y la familia
Dentro de la vocación al matrimonio hay que reconocer y agradecer que «la
sexualidad, el sexo, son un don de Dios. Nada de tabúes. Son un don de Dios, un
don que el Señor nos da. Tienen dos propósitos: amarse y generar vida. Es una
pasión, es el amor apasionado. El verdadero amor es apasionado. El amor entre
un hombre y una mujer, cuando es apasionado, te lleva a dar la vida para
siempre. Siempre. Y a darla con cuerpo y alma». (261)
Muchas veces «hay quien dice que hoy el matrimonio está “pasado de moda”
[...]. En la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo
importante es “disfrutar” el momento, que no vale la pena comprometerse para
toda la vida, hacer opciones definitivas […]. Yo, en cambio, les pido que sean
revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que
se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que
ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son
capaces de amar verdaderamente». Yo sí tengo confianza en ustedes, y por eso
los aliento a optar por el matrimonio. (264)
Es necesario prepararse para el matrimonio, y esto requiere educarse a sí
mismo, desarrollar las mejores virtudes, sobre todo el amor, la paciencia, la
capacidad de diálogo y de servicio. También implica educar la propia
sexualidad, para que sea cada vez menos un instrumento para usar a los demás y
cada vez más una capacidad de entregarse plenamente a una persona, de manera
exclusiva y generosa. (265)
Los Obispos de Colombia nos enseñaron que «Cristo sabe que los esposos no
son perfectos y que necesitan superar su debilidad e inconstancia para que su
amor pueda crecer y durar. Por eso, concede a los cónyuges su gracia que es, a
la vez, luz y fuerza que les permite ir realizando su proyecto de vida
matrimonial de acuerdo con el plan de Dios». (266)
El trabajo
Ruego a los jóvenes que no esperen vivir sin trabajar, dependiendo de la
ayuda de otros. Eso no hace bien, porque «el trabajo es una necesidad, parte
del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo
humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con
dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias». (269)
Y se trata de un asunto fundamental de la sociedad porque el trabajo para
un joven no es sencillamente una tarea orientada a conseguir ingresos. Es
expresión de la dignidad humana, es camino de maduración y de inserción social,
es un estímulo constante para crecer en responsabilidad y en creatividad, es
una protección frente a la tendencia al individualismo y a la comodidad, y es
también dar gloria a Dios con el desarrollo de las propias capacidades. (271)
Es verdad que no puedes vivir sin trabajar y que a veces tienes que aceptar
lo que encuentres, pero nunca renuncies a tus sueños, nunca entierres
definitivamente una vocación, nunca te des por vencido. Siempre sigue buscando,
al menos, modos parciales o imperfectos de vivir lo que en tu discernimiento
reconoces como una verdadera vocación. (272)
Vocaciones a una
consagración especial
En el discernimiento de una vocación no hay que descartar la posibilidad de
consagrarse a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de
consagración. ¿Por qué excluirlo? Ten la certeza de que, si reconoces un
llamado de Dios y lo sigues, eso será lo que te hará pleno. (276)
Capítulo noveno
El discernimiento
El discernimiento
Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en
marionetas a merced de las tendencias del momento». Y «esto resulta
especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y
entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una
novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo». (279)
Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama,
el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que Él». (280)
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En este marco se sitúa la formación de la conciencia, que permite que el
discernimiento crezca en hondura y en fidelidad a Dios. (281)
Esta formación implica dejarse transformar por Cristo y al mismo tiempo
«una práctica habitual del bien, valorada en el examen de conciencia: un
ejercicio en el que no se trata sólo de identificar los pecados, sino también
de reconocer la obra de Dios en la propia experiencia cotidiana, en los
acontecimientos de la historia y de las culturas de las que formamos parte, en
el testimonio de tantos hombres y mujeres que nos han precedido o que nos
acompañan con su sabiduría. Todo ello ayuda a crecer en la virtud de la
prudencia, articulando la orientación global de la existencia con elecciones
concretas, con la conciencia serena de los propios dones y límites». (282)
Cómo discernir tu vocación
Si bien el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro
trabajo, a través de los demás, y en todo momento, no es posible prescindir del
silencio de la oración detenida para percibir mejor ese lenguaje, para interpretar
el significado real de las inspiraciones que creímos recibir, para calmar las
ansiedades y recomponer el conjunto de la propia existencia a la luz de Dios.
(283)
Para no equivocarse hay que empezar desde otro lugar, y preguntarse: ¿me
conozco a mí mismo, más allá de las apariencias o de mis sensaciones?, ¿conozco
lo que alegra o entristece mi corazón?, ¿cuáles son mis fortalezas y mis
debilidades? Inmediatamente siguen otras preguntas: ¿cómo puedo servir mejor y
ser más útil al mundo y a la Iglesia?, ¿cuál es mi lugar en esta tierra?, ¿qué
podría ofrecer yo a la sociedad? Luego siguen otras muy realistas: ¿tengo las
capacidades necesarias para prestar ese servicio?, o ¿podría adquirirlas y
desarrollarlas? (285)
Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero, ¿quién soy yo?”. Y tú puedes
preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero
pregúntate: “¿Para quién soy
yo?”. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás,
y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para
ti, sino para otros. (286)
El llamado del Amigo
Quiero que sepan que cuando el Señor piensa en cada uno, en lo que desearía
regalarle, piensa en él como su amigo personal. Y si tiene planeado regalarte
una gracia, un carisma que te hará vivir tu vida a pleno y transformarte en una
persona útil para los demás, en alguien que deje una huella en la historia,
será seguramente algo que te alegrará en lo más íntimo y te entusiasmará más
que ninguna otra cosa en este mundo. No porque lo que te vaya a dar sea un carisma
extraordinario o raro, sino porque será justo a tu medida, a la medida de tu
vida entera. (288)
Escucha y acompañamiento
Cuando nos toca ayudar a otro a discernir el camino de su vida, lo primero
es escuchar. Y esta escucha supone tres sensibilidades o atenciones distintas y
complementarias. (291)
La primera sensibilidad o
atención es a la persona.
Se trata de escuchar al otro que se nos está dando él mismo en sus palabras. … Él debe sentir que lo escucho
incondicionalmente, sin ofenderme, sin escandalizarme, sin molestarme, sin
cansarme. Esta escucha es la que el Señor ejercita cuando se pone a caminar al
lado de los discípulos de Emaús y los acompaña largo rato por un camino que iba
en dirección opuesta a la dirección correcta (cf. Lc 24,13-35). (292)
Aquí necesito preguntarme qué me está diciendo exactamente esa persona, qué
me quiere decir, qué desea que comprenda de lo que le pasa. Son preguntas que
ayudan a entender dónde se encadenan los argumentos que mueven al otro y a
sentir el peso y el ritmo de sus afectos influenciados por esta lógica. Esta
escucha se orienta a discernir las palabras salvadoras del buen Espíritu, que
nos propone la verdad del Señor, pero también las trampas del mal espíritu –sus
falacias y sus seducciones–. Hay que tener la valentía, el cariño y la
delicadeza necesarios para ayudar al otro a reconocer la verdad y los engaños o
excusas. (293)
La tercera sensibilidad o
atención se inclina a escuchar
los impulsos que el otro experimenta “hacia adelante”. … Esta escucha es atención a la intención
última, que es la que en definitiva decide la vida, porque existe Alguien como
Jesús que entiende y valora esta intención última del corazón. (294)